Turberas en la provincia de Équateur en el Congo, el año pasado. Credit…Nanna Heitmann para The New York Times
Por Ruth Maclean y Dionne Searcey
La República Democrática del Congo, hogar de uno de los mayores bosques tropicales primigenios del planeta, planea subastar grandes extensiones de tierra y así convertirse en “el nuevo destino de las inversiones petroleras”. La medida es parte de un cambio global: el mundo entero da marcha atrás en el combate contra el cambio climático y se lanza en pos de los beneficios de los combustibles fósiles.
El giro de 180 grados de la República Democrática del Congo, que ahora planea permitir nuevas perforaciones petroleras en áreas de importancia ambiental, ocurre ocho meses después de que su presidente, Félix Tshisekedi, junto con otros líderes mundiales en la cumbre internacional del clima en Glasgow, Escocia, respaldó un convenio a 10 años diseñado para proteger su bosque tropical, que forma parte de la inmensa cuenca del Congo y es superado en talla solo por la Amazonía.
El acuerdo consignaba el compromiso internacional de entregarle 500 millones de dólares a la República Democrática del Congo, una de las naciones más pobres del mundo, en los primeros cinco años.
Pero desde entonces, las prioridades inmediatas del mundo han cambiado.

La invasión rusa de Ucrania disparó el precio del petróleo y provocó que Estados Unidos y el Reino Unido impusieran prohibiciones sobre la energía rusa e instaran, la semana pasada, a racionar el gas natural en Europa.
La República Democrática del Congo ha analizado todas estas circunstancias globales, explicó Tosi Mpanu Mpanu, principal representante del país en cuestiones de clima y asesor del ministro de Hidrocarburos.
La única meta de la República Democrática del Congo en la subasta, añadió, es recaudar suficiente dinero para ayudar a esa nación en dificultades a financiar programas de combate a la pobreza y generar el crecimiento económico que necesita con desesperación.
“Esa es nuestra prioridad”, afirmó Mpanu en una entrevista realizada la semana pasada. “Nuestra prioridad no es salvar al planeta”.
La República Democrática del Congo anunció la subasta en mayo, con un video publicado en Twitter en el que se observaba un río reluciente en un profundo lecho de bosque exuberante. El video cortaba rápidamente a un acercamiento de una estación de carga, donde se vertía gasolina de tono amarillento en el tanque de un automóvil. La publicación incluía etiquetas de las gigantes petroleras Chevron, de Estados Unidos, y TotalEnergies, de Francia.

Además, plantea una pregunta que se hacen muchas comunidades cuya supervivencia se basa en la tala de árboles para venderlos o cocinar: si protegen reservas de carbono de valor incalculable para todo el mundo, ¿qué reciben a cambio?
“Quizá sea tiempo de crear igualdad de condiciones y recibir alguna compensación”, dijo Mpanu.
Muchos funcionarios congoleños creen que, tras décadas de colonialismo y mala gestión política, hay que priorizar las necesidades de su país frente a las del mundo.
Para el presidente Tshisekedi, presentar a su país como un baluarte contra el calentamiento global se ha topado con la realidad política. Faltan 18 meses para las próximas elecciones presidenciales del país, pero la pugna ya ha comenzado con la candidatura de Tshisekedi a otro mandato. En 2018, fue declarado ganador en unas elecciones muy disputadas. Llegó a un acuerdo con su predecesor, el impopular pero todavía poderoso Joseph Kabila, al que los funcionarios occidentales han tachado de corrupto. El acuerdo del par se vino abajo en 2020, pero algunos analistas advierten que Kabila o sus compinches podrían terminar en la boleta electoral en un momento en que la inversión extranjera inunda al país.
Lo que no se sabrá es cuál es la magnitud de la compensación que está en juego para la República Democrática del Congo hasta que se realicen estudios sísmicos, un proceso que ya de por sí es muy destructivo, según los científicos.
En mayo, Didier Budimbu, ministro de Hidrocarburos de la República Democrática del Congo, señaló que ese país, que en la actualidad produce aproximadamente 25.000 barriles de petróleo al día, podría producir hasta un millón de barriles. Al precio actual, equivaldría a 32.000 millones de dólares al año, más de la mitad del producto interno bruto del país.

“No nos gustan las amenazas”, dijo Mpanu, desestimando la idea de que la subasta de su país solo era una táctica para atemorizar a los países y lograr que les ofrecieran más ayuda económica. “Nuestra actitud es muy humilde. Tenemos el derecho soberano de proceder”.
No obstante, algunos científicos opinan que proceder podría causar la destrucción de valiosos bosques y turberas, que constituyen una de las últimas líneas de defensa para un planeta que tiene dificultades para contener las crecientes temperaturas.
Los estudios sísmicos necesarios para identificar yacimientos petroleros requerirían abrir largos caminos a través del bosque y hacer estallar explosivos. Los desechos del proceso de producción del petróleo, que contienen sal y metales pesados, podrían alterar por completo el equilibrio salino del ecosistema de la cuenca del Congo, como ha ocurrido en la Amazonía. La construcción de caminos, necesarios para la industria petrolera, abriría áreas amplias de bosque con escasa población a la habitación humana, lo que provocaría un aumento en la explotación forestal.

Mpanu indicó que las perforaciones podrían ser “quirúrgicas” y que las empresas podrían encontrar la manera de perforar en diagonal para evitar tocar la turbera. Insistió en que cualquier medida adoptada respetará los compromisos globales en materia de clima y se concretará después de realizar extensos estudios de impacto ambiental y evaluar cómo se afectaría a las poblaciones locales.
Un equipo de Greenpeace realizó hace poco una consulta con personas que viven dentro de los bloques petroleros propuestos y afirmó que los habitantes se oponen a las perforaciones y organizarían marchas, según Wabiwa.
En lugar de aliviar la pobreza, dijo, la venta de los bloques petroleros generaría mucho dinero para unas pocas personas.
Budimbu, el ministro de Hidrocarburos del Congo, ha consultado a algunos de los mayores productores de petróleo de África, como Angola, Nigeria y Guinea Ecuatorial, “para que la RDC pueda seguir el mismo camino”, según un comunicado reciente en el sitio web del ministerio.
Pero si el Congo siguiera sus pasos, podría significar un destino que algunos llaman la “maldición de los recursos”, en la que los ciudadanos no se benefician de la riqueza natural de su país y el desarrollo económico sigue siendo anémico. En Nigeria, el petróleo es el pilar de la economía, pero su producción también ha provocado derrames devastadores y un aumento de la desigualdad. En Guinea Ecuatorial, la mayoría de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y no obtiene ningún beneficio de la enorme riqueza petrolera del país.
La decisión de permitir una mayor exploración se evaluó con detenimiento, indicaron los funcionarios de gobierno, aunque el tema parece ser motivo de cierto debate interno.

La semana pasada, dio a entender que había cierta disposición para suspender la subasta.
“Si existe una alternativa a la explotación petrolera, las conservaremos”, dijo, en referencia a las turberas.
Sin embargo, Mpanu señaló que su país ya ha hecho lo que le toca en cuanto al clima. Permite la minería de minerales y metales como el cobalto y el litio que son clave para la industria de las energías renovables, además de que planea desarrollar energía hidráulica.
“Formamos parte de la solución, pero esta solución también incluye que aprovechemos nuestros recursos petroleros”, sentenció.
Dijo que el país podría tratar de proteger otras tierras para compensar lo que se perdería con la perforación en lugares como Virunga, y señaló que correspondería a las compañías petroleras decidir si perforan dentro de los límites del parque.
“Si perdemos 10 hectáreas, ahora podríamos proteger 20”, dijo. “Por supuesto que no tendrá la misma biodiversidad y fauna, pero el país tiene ese derecho”.
A la pregunta de qué empresa petrolera, en una época en la que la conciencia de los consumidores es mayor que nunca, se plantearía perforar en un hábitat protegido de gorilas, Mpanu no dudó. “Es lo que es”, dijo. “Solo tenemos que ver cuánto valora la gente ese recurso”.

Dionne Searcey reportó desde Nueva York; Manuela Andreoni colaboró desde Río de Janeiro.
Ruth Maclean es la jefa del buró en África Occidental de The New York Times, con sede en Senegal. Se unió al Times en 2019 después de tres años y medio cubriendo África Occidental para The Guardian. @ruthmaclean
Dionne Searcey forma parte de un equipo que ganó el Premio Pulitzer 2020 de periodismo internacional y es autora del libro In Pursuit of Disobedient Women. @dionnesearcey Facebook