Por Rina Raphael
No puedes pasearte por un supermercado o una farmacia sin encontrarte con etiquetas que promueven beneficios para la salud. En el pasillo de las bebidas, puedes encontrar refrescos “prebióticos” que presuntamente favorecen la “salud intestinal”. En el departamento de belleza, verás sérum de “uso médico”, cremas faciales “probióticas” y tratamientos “desintoxicantes de la piel”. En la sección de suplementos, encontrarás promesas de “apoyo inmunitario”, “equilibrio hormonal” y “mejora de la energía”.
Desde hace siglos, los comerciantes utilizan palabras de moda que suenan a ciencia para vender productos, pero, según Timothy Caulfield, catedrático de investigación en Derecho y Política Sanitaria de la Universidad de Alberta, en Canadá, cada vez es más frecuente. Caulfield acuñó el término scienceploitation, una mezcla de las palabras ciencia y explotación en inglés, para describir cómo las marcas toman prestado el lenguaje de áreas emergentes de la ciencia para comercializar productos cuyos beneficios no han sido demostrados.
Según Caulfield, esta práctica está aflorando en más lugares que nunca, incluidos resultados de búsquedas en internet, las redes sociales y en boca de influentes. Con frecuencia, los consumidores se ven inundados de opciones confusas a medida que más empresas se posicionan como saludables. Según Sienna Piccioni, analista y responsable de belleza de WSGN, una empresa de previsión de tendencias, los consumidores están dando prioridad a las pruebas científicas. Pero a menudo no pueden separar la realidad de la ficción: un estudio de 2021 sugería que las personas que confían en la ciencia eran más propensas a compartir afirmaciones falsas que contenían referencias científicas que las que no las contenían.
“Hay demasiadas marcas”, afirmó Kevin Klatt, investigador científico adjunto del Departamento de Ciencias de la Nutrición y Toxicología de la Universidad de California, en Berkeley.
Así que, por ahora, dependemos de nosotros mismos. Pero aún puedes prepararte. A continuación, algunas tácticas de mercadotecnia que hay que tener en cuenta.
Listas interminables de ingredientes
Las empresas muchas veces tratan de sacar provecho de las modas como los adaptógenos y el carbón activado, que se pueden encontrar en las listas de ingredientes de paquetes de galletas y pastas de dientes. Hasta los componentes que se sabe que son eficaces pueden ser manipulados: por ejemplo, las marcas de productos de belleza y cuidado de la piel pueden utilizar un 0,2 por ciento de vitamina C en una crema hidratante, aunque las pruebas demuestran que la cantidad debería ser mayor para tener algún efecto, explica Michelle Wong, química cosmética que dirige el blog Lab Muffin Beauty Science y ayudó a popularizar el término “science washing” en los círculos de belleza, que hace referencia a usar la ciencia de manera engañosa para comercializar productos.
Por eso no necesariamente resulta útil consultar una lista de ingredientes de aspecto científico. La mayoría no dice mucho sobre la calidad o cantidad de cada ingrediente ni sobre cómo interactúa con otros ni sobre su estabilidad, todo lo cual afecta la eficacia.
Términos vagos como «ayuda», «potencia»
Las empresas que venden suplementos, cuya eficacia no tienen que comprobar ante la Administración de Alimentos y Medicamentos, muchas veces se valen de los términos antes mencionados. Pero, con frecuencia, se deslindan de la responsabilidad con una pequeña advertencia en los frascos que dice que el producto “no está destinado a diagnosticar, tratar, curar o prevenir ninguna enfermedad”.
Otras frases —como “clínicamente probado”, “sustentado por la investigación”, “recomendado por médicos” y “basado en evidencia”— aparecen en el pasillo de productos de belleza o cuidado personal y a menudo carecen del contexto necesario para ser verificadas, dijo Wong. Al ver estos términos, hay que preguntarse: ¿cuáles fueron los resultados de las pruebas? ¿Cuál fue la calidad de la investigación? ¿Quién la llevó a cabo? ¿El investigador o avalista fue una autoridad legítima en ese campo?
Estudios cuestionables
Algunas marcas de productos para el bienestar llenan sus sitios web de enlaces a estudios. Pero algunos son simples resúmenes de los datos emergentes sin ninguna mención del producto en cuestión. Muchas empresas incluyen investigaciones no relacionadas con la promesa del producto. Las pruebas citadas por una empresa “pueden tratarse de un estudio mal diseñado”, señaló Nick Tiller, investigador principal de fisiología del ejercicio en el Centro Médico Harbor-UCLA. “Podría ser una selección de acuerdo a su conveniencia”, agregó.
Evaluación de las promesas
Si quieres darte una idea de la legitimidad de un producto, la FTC recomienda que hagas una búsqueda del nombre del producto en internet, más las palabras “reseña”, “queja” o “estafa”.
Los expertos aconsejan también revisar qué dicen sobre un producto, protocolo o ingrediente concreto las asociaciones profesionales y organizaciones de salud pública respetadas, como los Institutos Nacionales de Salud o los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
A la hora de considerar un ingrediente o producto de moda, recuerda que “un estudio interesante” no significa mucho, dijo Caulfield. Las botellas de kombucha suelen decir que tienen beneficios “respetuosos con el microbioma”, aunque la investigación sobre el microbioma aún está en pañales. Así que, antes de desembolsar dinero, hay que dar más credibilidad a las fuentes que incluyen un conjunto más amplio de pruebas sobre un tema, dijo.
Y ten en mente que ningún ingrediente por sí solo puede cambiar tu salud de un día para otro. Si hubiera un producto que realmente lo curara todo, todas las organizaciones médicas se apresurarían a respaldarlo, afirmó Klatt. “Cualquier cosa que parezca demasiado buena para ser verdad, probablemente sea demasiado buena para ser verdad”, agregó.
Fuente: The New York Times
Rina Raphael es la autora del libro The Gospel of Wellness: Gyms, Gurus, Goop, and the False Promise of Self-Care.