Alberto Fernández renegaba en aquellos días de la candidatura de Goldfajn, hombre al que relacionaba con Jair Bolsonaro; pese a que Luiz Inácio Lula da Silva había dejado vía libre a su encumbramiento en el BID. Massa siempre había aclarado que tenía muy buena relación con el brasileño y que los Estados Unidos ya tenían una decisión tomada, definida e innegociable; y que lo mejor que podría hacer la Argentina era reconocer la situación y comenzar a pensar en la etapa que vendría. Dicho de otra manera, convertir al país en compañero de gestión de Goldfajn y no protagonizar una carrera de votaciones cruzadas con derrota asegurada.
Así aconteció, y el brasileño, político al fin, aceptó las recomendaciones criollas y comenzó a dibujar en un papel imaginario la cantidad de direcciones que manejarán en el futuro funcionarios argentinos.
Asumió así un viejo conocido del país. Especialmente en los últimos tiempos, desde que en febrero de 2022 se encumbrara como director del FMI y fuera el encargado de negociar primero, defender después, cerrar y finalmente fiscalizar en sus inicios el Facilidades Extendidas suscripto por Martín Guzmán. Se trata de un hombre de buen trato, amiguero, muy conocedor de la Argentina y sus problemas políticos crónicos, pero amante de la prudencia fiscal, la solvencia monetaria y los planes de largo plazo.
Fue elegido por la propia Kristalina Georgieva en septiembre de 2021 a partir de un largo listado de concursantes en uno de los puestos más importantes del FMI. Nunca se hizo público, pero en Buenos Aires se sabe que la directora gerente del organismo optó por el brasileño, dado que conoce las vicisitudes argentinas.
Fuente: Ambito