El negacionismo, en sus múltiples formatos de expresión, se ubica hoy como la principal amenaza a la democracia y los derechos humanos, de la mano de un Gobierno que busca instalarlo como una política de Estado.
En 41 años de democracia nunca se había registrado que un presidente, en una apertura de sesiones ordinarias del Congreso, y por cadena nacional, minimizara las consecuencias del terrorismo de Estado como hizo Javier Milei a principios de mes.
Refiriéndose al manejo de la pandemia, el presidente señaló que “si hubiéramos hecho las cosas como un país mediocre hubiéramos tenido 30.000 muertos, de verdad…”.
Son 30.000
En esa ironía, el mandatario incurrió en una de las formas del negacionismo, que es disminuir el número de víctimas de un genocidio como una forma indirecta de cercenar el derecho a la memoria y a la justicia.
Veníamos de una época en la cual pensábamos que había cierto consenso con algunos temas esenciales que hacía a nuestro Estado de Derecho, a un ‘Nunca Más’ y, desde hace unos años, comenzaron a sentirse voces negacionistas”.
RODOLFO YANZÓN
La definición de Milei no sorprendió a nadie, aunque impactó a todos, ya que en el debate con Sergio Massa había sostenido que “no fueron 30 mil” los desaparecidos. Dijo que fueron 8.753, sin precisar fuente ni criterio y habló de “excesos” de los militares “en guerra”, uno de los argumentos favoritos de los represores enjuiciados.