Por Rachel Nuwer
Los baobabs son uno de los árboles más carismáticos de la Tierra, en parte gracias a su inusual aspecto. Sus troncos, de un grosor caricaturesco, son llamativamente más grandes que sus diminutas copas, lo que les ha valido el apodo de “árboles al revés”. También pueden vivir miles de años, lo que contribuye a que ocupen un lugar destacado en las tradiciones culturales y las obras de arte. A pesar de todas las historias que se cuentan sobre los baobabs, su origen sigue siendo un misterio.
La mayoría de los investigadores han planteado la hipótesis de que los árboles se originaron en África continental. Pero los hallazgos publicados el 15 de mayo en la revista Nature cuentan una historia diferente. Lo más probable es que los baobabs tengan su origen evolutivo en Madagascar, donde se diversificaron en distintas especies. Dos de ellas emprendieron viajes oceánicos de larga distancia hacia continentes lejanos.
“Madagascar es un maravilloso laboratorio natural”, dijo Tao Wan, botánico del Jardín Botánico de Wuhan de la Academia China de las Ciencias y coautor del nuevo estudio. Y añadió: “En el caso de los baobabs, una historia geográfica muy especial en la isla contribuyó a la diversidad de las especies”.
Imagen del Jardín Botánico de Wuhan. China
Wan y sus colegas secuenciaron los genomas de las ocho especies de baobabs y luego utilizaron esos datos para comprender cómo evolucionaron los árboles. También investigaron los factores ecológicos que influyeron en la distribución de los baobabs por Madagascar.
Sus resultados indican que el ancestro común de los baobabs surgió muy probablemente en Madagascar hace unos 21 millones de años. La competencia con otras plantas y factores como la altitud, la temperatura, las precipitaciones y la actividad volcánica provocaron la aparición de nuevas especies de baobabs en Madagascar, al igual que las fluctuaciones del nivel del mar durante varias glaciaciones.
Probablemente, los baobabs también desarrollaron una relación mutualista con los lémures, que les servían de polinizadores. Otros animales relativamente grandes, como los murciélagos frugívoros y los gálagos africanos, empezaron a visitar las flores nocturnas de los baobabs en busca de néctar. “Una de las innovaciones evolutivas de los baobabs fue aprovechar a los animales grandes que comen azúcar”, dijo Andrew Leitch, genetista de plantas de la Universidad Queen Mary de Londres y coautor del estudio. “Es algo poco habitual en una planta”.
En algún momento, muy probablemente hace unos 12 millones de años, dos especies de baobabs malgaches llegaron a África continental y Australia, donde evolucionaron hasta convertirse en los singulares árboles que crecen hoy en día. Lo más probable es que varias semillas de baobab viajaran en la vegetación transportada por el giro del océano Índico, una corriente que circula en sentido contrario a las agujas del reloj entre Australia, Asia del Sur y la costa oriental de África, lo que ejemplifica los “fascinantes y extraordinarios patrones de dispersión a larga distancia” de la especie, según Leitch.
“Los baobabs son árboles asombrosos, así que me entusiasmó ver este artículo”, dijo Pamela Soltis, botánica de la Universidad de Florida que no participó en el trabajo. Añadió que la investigación ofrecía nuevas perspectivas sobre la evolución de los baobabs.
Además de completar las piezas que faltaban en el rompecabezas evolutivo, los hallazgos de los autores también plantean problemas de conservación. Dos de las especies malgaches presentan una diversidad genética alarmantemente baja, lo que indica que podrían carecer de la resistencia necesaria para adaptarse al cambio climático. Una tercera especie también corre el riesgo de desaparecer debido al mestizaje con una prima más extendida.
Estas tres especies ya figuran en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como especies en peligro de extinción. Según Ilia Leitch, genetista de plantas del Real Jardín Botánico de Kew y coautora del artículo, los nuevos hallazgos genéticos sugieren que su estado de conservación debe ser reevaluado y potencialmente elevado a niveles de amenaza aún mayores.
Real Jardín Botánico de Kew
Las seis especies malgaches de baobab también se están viendo afectadas por una ola de extinciones que lleva produciéndose en Madagascar desde hace 2500 años y que, según los investigadores, se debe sobre todo a la actividad humana. Varias especies de lémures gigantes —algunos de los cuales alcanzaron el tamaño de un gorila, y todos los cuales probablemente sirvieron como dispersores de semillas clave para los baobabs— fueron cazados hasta la extinción hace unos 1000 años. Prácticamente, todo el sotobosque boscoso que rodeaba a los baobabs de Madagascar también se ha perdido debido al desarrollo reciente.