28 marzo, 2024 22:42
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¿Alberto Fernández y Cristina Kirchner ensayan una tregua?

El presidente, Alberto Fernández, y su vice, Cristina Kirchner, cenaron este lunes a solas en la residencia oficial de Olivos. Un hecho banal que suena a tregua política tras 30 días sin verse las caras y meses de ataques cruzados en actos públicos, redes sociales y declaraciones de portavoces más o menos oficiales. Si habrá paz duradera está por verse, pero al menos el binomio ha decidido hablar tras la renuncia, el sábado, del ministro de Economía, Martín Guzmán.

La dimensión de la crisis abierta fue tal que limó diferencias en la Casa Rosada. Dentro de año y medio habrá elecciones presidenciales y los pedidos de unidad arreciaban dentro del peronismo. Quien más cedió en este eventual entendimiento fue Fernández. Perdido Guzmán, uno de los pocos ministros que aún le respondían en el Gabinete, debió aceptar su reemplazo por Silvina Batakis, una economista prácticamente desconocida para el gran público que responde a Cristina Kirchner.

Batakis cree en el equilibrio fiscal, el consumo como motor del crecimiento y la acumulación de reservas. El resumen le pertenece. Minutos después de jurar en su cargo, envió a través de la prensa un mensaje al Fondo Monetario Internacional (FMI), con el que el país sudamericano mantiene un programa para refinanciar los 44.000 millones de dólares que recibió en 2018. Batakis dijo que “mañana [martes] a primera hora” se pondrá “en contacto con el FMI”. No aclaró qué les dirá exactamente a los técnicos del organismo, pero dejó claro que no está en sus planes hacer saltar por los aires la letra firmada en enero por su predecesor, Martín Guzmán. Desde el FMI respondieron al nombramiento con un mensaje protocolar: “Esperamos trabajar con la ministra Batakis para continuar apoyando a la Argentina y su gente a fortalecer la estabilidad macroeconómica”.

El mercado recibió con hostilidad a la nueva ministra: la cotización del dólar frente al peso en el mercado no oficial de cambios subió hasta un 17%, para cerrar el día un 8,8% por encima de la víspera. Este martes será día de prueba para los bonos soberanos, luego del feriado del 4 de julio en EE UU

Batakis tiene un enorme desafío por delante. La inflación Argentina se ha disparado por encima del 60% anual y el Gobierno cada vez tiene más problemas para cumplir con las metas de rojo fiscal y reservas internacionales que acordó con el Fondo en enero pasado. . Los problemas económicos, sin embargo, pueden no ser el mayor obstáculo de la gestión de la nueva ministra. Su nombre es parte de la tregua, o tal vez solo el alto el fuego, que el lunes pactaban Fernández y su vicepresidenta, Cristina Kirchner.

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La renuncia de Guzmán fue el botín que Kirchner consiguió en esta batalla. Pedía su cabeza desde que achacó al ministro saliente la derrota del peronismo en las legislativas de finales del año pasado. La expresidenta y actual vicepresidenta lo acusaba de defender un ajuste fiscal que había asfixiado la economía y golpeado con especial virulencia a los más pobres, su base electoral. El acuerdo con el FMI, que supuso restricciones en emisión monetaria y déficit fiscal y un compromiso de lucha contra la inflación, terminó por dilapidar el prestigio de Guzmán en el kirchnerismo. Y los ataques desde ese sector de la coalición de Gobierno se hicieron cada vez más violentos.

Guzmán se fue luego de pedir sin éxito al presidente Fernández que le garantizase el control total de la Secretaria de Energía, en manos de la vicepresidenta. Desde esa oficina demoraron sin disimulo las intenciones de Guzmán de aumentar las tarifas de gas y electricidad, congeladas desde 2019 gracias a una política de subsidios que, solo el año pasado, costó al Tesoro 11.000 millones de dólares. Eliminar esos subsidios forma parte del acuerdo con el FMI: engordan el déficit fiscal y son una sangría para las reservas del Banco Central, cada vez más reducidas. Pero el kirchnerismo hizo de las tarifas bajas una bandera electoral y Guzmán, sin respaldo presidencial, tuvo que irse.

En este escenario asumió Batakis, que deberá hacer ahora equilibrio entre el corsé del acuerdo con el FMI y las demandas en sentido contrario de Cristina Kirchner, su madrina política. Kirchner considera que la emisión monetaria no genera inflación y apuesta a una reactivación motorizada por el consumo interno. Esto supone que haya más dinero en la calle. Esa fue la política que impulsó el crecimiento durante los años del kirchnerismo, entre 2003 y 2015. El daño colateral fue la inflación, una enfermedad endémica de la economía argentina. Cristina Kirchner entregó el poder a Mauricio Macri con una subida de precios del 26,9%. Cuando Macri hizo lo propio con Alberto Fernández, en 2019, el IPC ya había escalado hasta el 53,5%, con una política de emisión cero, alto endeudamiento en dólares y tasas estratosféricas. Fernández lidia ahora con una inflación del 60% y una previsión para diciembre de más del 70%.

Cómo resolverá Batakis la tensión entre el combate de la inflación, el corsé del FMI y el kirchnerismo es un gran misterio. La nueva ministra dijo este lunes que mantendrá el rumbo económico trazado por su predecesor, Guzmán, y el presidente, Fernández. “Estamos convencidos de que el rumbo de Argentina tiene que ver con el manejo fiscal de nuestras cuentas, con seguir el programa económico que el Presidente vino marcando, y lograr tener más exportaciones y revalorizar nuestra moneda”, dijo.

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Ese plan, que no es otra cosa que la hoja de ruta acordada con el Fondo, le costó el cargo a Guzmán y obligó a Fernández a ceder la gestión de la economía al kirchnerismo. ¿Cómo hará Batakis para satisfacer los demandas contrapuestas de un Gobierno bicéfalo? La cena entre Fernández y Kirchner tal vez la guie en la búsqueda de una respuesta.

 

Fuente: El País

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