La política argentina se ha transformado desde el año pasado en un rompecabezas cuya figura a reconstruir se modifica día a día. El modelo que establece Javier Milei en su ascenso al gobierno nacional se puede asemejar a lo que antiguamente se llamaba “bonapartismo”.
Eric Hobsbawm, en su libro La era de la revolución, definió el bonapartismo como “la forma de gobierno personal y autocrático que surge en las sociedades en crisis, en la cual el líder se presentaba como el salvador de la nación, por encima de los partidos y clases, y, sobre todo, de la legislatura”. La condición de centralización del poder y personalismo en el “cuerpo presidencial” sintetiza dos cuestiones que le permite mantenerse en el centro de la escena y conservar la iniciativa política en forma disruptiva.
No obstante, la irrupción de un modelo bonapartista es el resultado de la confluencia de una situación social, política y económica de alta inestabilidad sumado a la presencia de un actor con capacidad de desempatar la crisis. Casualidad o destino manifiesto, Milei estaba presente en ese momento. El sistema electoral de segunda vuelta presidencial asegura la generación de un triunfador en el mero desempate entre los dos más votados, independientemente del porcentaje obtenido, y por ende del peso partidario en el Congreso. Tratar de evitar el nacimiento de un líder por encima de los fragmentos fue la razón por la cual Carlos Menem eligió no presentarse en el balotaje de 2003 frente a Néstor Kirchner. Sin embargo, a diferencia de la situación actual tras aquella elección los diferentes espacios peronistas le dieron la bienvenida al nuevo líder, lo que le permitiría a Kirchner tener mayoría en ambas cámaras (41 senadores de 72 y 139 diputados de 257), situación que facilitaría el surgimiento del kirchnerismo. Distante de la lógica fragmentación/recomposición del peronismo, La Libertad Avanza hoy tiene 38 diputados, incluso menos que los que tenía tras las elecciones y 7 senadores. Por ahora puede gobernar azuzando el rechazo a que vuelva el pasado.
El ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger
Queda claro a esta altura que, lejos de relajarse, el ajuste se va a profundizar. La tarea del nuevo ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, es reglamentar el DNU 70 y la ley Bases. Curiosamente va a necesitar más Estado para demoler al Estado desde dentro, vaya como simple ejemplo que el Ejecutivo es debe determinar la autoridad de aplicación para aceptar o rechazar los proyectos del RIGI.
Entre miedos y rarezas. El otro elemento que le da vigor al Gobierno es un apoyo parlamentario que parece crecer debajo de las baldosas. Como se pudo observar en la discusión de la ley Bases, los bloques del PRO en ambas cámaras defendieron a capa y espada el proyecto, incluso lamentando que hayan quedado jirones en el camino, como los artículos de reforma laboral o la privatización de todas las empresas públicas. No pocos dirigentes del PRO se apenan de que el gobierno de Mauricio Macri no haya tenido el carácter del actual. Aunque suene anticuado, se trata de un consenso ideológico, y a la vez un amor no correspondido. La virtual expulsión de Patricia Bullrich del núcleo de autoridades del partido amarillo es efecto de esta situación, ya que la ministra de Seguridad pudo aplicar el viejo chiste peronista: “Muchachos, nos sonaron, entré yo sola”.
Patricia Bullrich intentaría ser Jefa de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
El premio para Bullrich sería encabezar la lista de senadores por CABA en 2025 y la promesa de ser la candidata a jefa de Gobierno, habrá que ver qué opina Jorge Macri de esta posibilidad. Más extraño es el comportamiento de los legisladores de la UCR, que pueden funcionar tanto como impulsores de las políticas libertarias o como freno de estrategias que puedan complicar a Javier Milei. Hay algo muy confuso, allí a pesar del numeroso bloque legislativo y las provincias que gobiernan, casi a la par del peronismo, su trajinar es zigzagueante.
Verde que te quiero verde. Más allá de la lenta recomposición del sistema político, el dólar vuelve a inquietarse en las últimas semanas. Como pasa desde hace muchos años, el valor de la moneda norteamericana vuelve a preocupar a los sectores medios y populares más allá de la posibilidad de acceder a los codiciados verdes. La negativa de Luis Caputo –con cierta razón– a desarmar el cepo cambiario inquieta a los economistas liberales que critican al Gobierno con más efectividad que la oposición. A esta cuestión se sumó el debate sobre si en estos meses aumentó o no la emisión monetaria. Es una cuestión técnica y compleja evaluar la masa monetaria –que tiene los diferentes niveles desde M0 el circulante de efectivo al M3 que incluye depósitos y otros activos–, pero la sola difusión de que efectivamente se expandió la masa monetaria significa un golpe reputacional para un gobierno cuyo capital político será fuertemente desafiado en la segunda mitad del año.
Fuente : Perfil – Carlos De Angelis @cfdeangelis