29 marzo, 2024 01:43
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Las mujeres en las organizaciones narco de Rosario

 

Balaceras contra escuelas y estaciones de servicio como demostraciones de poder ante la sociedad, operaciones de lavado de dinero por montos millonarios, amenazas a diestra y siniestra contra jueces, fiscales y periodistas. La violencia cotidiana en la ciudad de Rosario no solo se caracteriza por sus altos índices sino por el protagonismo de mujeres en esos hechos y en la gestión de organizaciones criminales.

Si en la década de 1930 Ágata Galiffi, la hija del capo Juan Galiffi, fue llamada «la flor de la mafia» y considerada un personaje excepcional, la presencia de mujeres es hoy habitual en las redes de narcomenudeo y en los episodios de violencia asociados con esas actividades. Entre ellas, Rosa Natalí Capuano, Patricia Celestina Contreras y Lorena Miriam Verdún se distinguen en la cúspide de las principales organizaciones criminales de Rosario: Los Monos y la banda de Esteban Lindor Alvarado, recientemente condenado a prisión perpetua.

Capuano tiene 34 años y es la ex esposa de Alvarado. Detenida el 17 de mayo por orden de la Justicia Federal, está acusada de lavar más de 10 millones de pesos provenientes del narcotráfico entre 2012 y 2019. La causa remite a una denuncia presentada en Rosario el 9 de abril de 2013 e investigada por la Policía de Seguridad Aeroportuaria entre ese año y 2015 sin que el juez Marcelo Bailaque autorizara escuchas telefónicas pese a múltiples evidencias sobre la estructura y los negocios de la organización y particularmente sobre la participación de altos jefes de la policía de Rosario.

 

Una de las principales testigos en el juicio reciente contra Alvarado y parte de su banda, Mariana Ortigala, aportó otros detalles sobre la intimidad de Capuano y su relación con el jefe de la organización. Las dos fueron amigas y compartieron viajes y confidencias personales. «Rosa siempre me decía que le encantaba mi hermano (Rodrigo), que tenía una relación desgastada con Esteban, que vivía sometida y no se sentía plena. Se sintió atraída por mi hermano y fruto de conocerse empezaron una relación», declaró la testigo.

Alvarado no tardó en descubrir la infidelidad de su esposa, a principios de 2012, y se cobró una indemnización: obligó a Rodrigo Ortigala a entregarle una casa del barrio cerrado Tierra de Sueños, en la localidad de Roldán. Las operaciones para dar apariencia legal a esa confiscacion fue una de las cinco maniobras de lavado de dinero que se acreditaron en el juicio, a partir de una minuciosa investigación de la doctora en economía Marina Marsili, especialista en delitos económicos y complejos del Ministerio Público de la Acusación de Rosario.

 

El jefe narco Esteban Alvarado, recientemente condenado a cadena perpetua.

Sin embargo, Alvarado estaba resentido por el hecho de que se conociera la indifidelidad de Capuano y no se consideró satisfecho. Involucró además a Ortigala en una causa por el supuesto robo de un auto, con complicidad policial; envió a otro preso para que lo agrediera en la alcaidía de la policía de Rosario («porque te portaste mal con Esteban», explicó el sicario); y entre 2018 y 2019 intentó vincularlo con el crimen del prestamista Lucio Maldonado, para lo que utilizó una notable gama de recursos: teléfonos clonados para simular conversaciones incriminatorias, un auto «emponchado» para que fuera idéntico al de Ortigala y quedara registrado en un atentado contra Marina Marsili y, otra vez y de modo infaltable, colaboración policial como mano de obra y garante de impunidad.

Capuano también aparece en el medio de la disputa en que terminó la relación entre Alvarado y Luis Medina. Según Mariana Ortigala, aunque hay otras versiones al respecto, Alvarado encargó el crimen después que su ex socio y quien lo inició en el mundo narco amenazara a su mujer y sus hijos ante la falta de pago de una deuda.

El divorcio de Capuano y Alvarado habría sido otra maniobra para confundir a la Justicia. Rosa estaba con el jefe narco el 2 de febrero de 2019, cuando las Tropas de Operaciones Especiales de la policía santafesina lo detuvieron en un camping de Embalse Río Tercero, donde descansaba, y fue una publicación en el muro de Facebook de la mujer lo que puso a los investigadores sobre el rastro.

El rol de Capuano en la organización estaba subordinado a las directivas de Alvarado, según la acusación de los fiscales Schiappa Pietra y Edery. «Ella era una sometida, por lo que me contaba», agregó Mariana Ortigala, sobreviviente de dos atentados después de incorporarse al programa de protección de testigos de la provincia de Santa Fe y hoy amiga de Ariel «Guille» Cantero, el líder de Los Monos.

No obstante, las investigaciones sobre la estructura económica de la banda de Alvarado ubicaron a la mujer como beneficiaria final de operaciones de lavado -por ejemplo, del uso de una propiedad en el barrio cerrado Funes Hills, valuada en 25 millones de pesos- y como testaferro. Capuano apareció como propietaria de autos y camiones, titular de empresas fantasma y dueña de una caballeriza.

 

Los fiscales Schiappa Pietra y Edery en una de las audiencias del juicio contra Alvarado.

La discrepancia entre su nivel de vida y sus ingresos declarados saltaba a la vista: mientras hacía viajes de placer a EEUU y Brasil, Capuano estaba inscripta como monotributista ante la AFIP y recibía una asignación universal por hijo. Otras mujeres de narcos también cobraban planes sociales mientras eran dueñas de vehículos y propiedades: Vanesa Barrios, esposa de «Guille» Cantero, fue beneficiaria del plan Jefe de Hogar y del Programa Familia y Silvana Jesica Gorosito, la mujer de Ramón Ezequiel Machuca, percibía el Programa de Seguridad Alimentaria de Santa Fe.

En el juicio reciente, Marina Marsili detalló en el transcurso de cuatro jornadas consecutivas los mecanismos de lavado de dinero de la banda de Alvarado, una enmarañada ingeniería de testaferros y pasamanos en la que el nombre de Capuano resonó una y otra vez. «Eran transacciones por importes elevados entre personas sin capacidad financiera lícita, a través de operaciones que no se hicieron ante escribanos o mediante transferencias bancarias. Se procuró evitar el decomiso de activos alejándolos de personas involucradas en causas penales», explicó la especialista.

 La adquisición de caballos de carrera fue compartida por otros integrantes de la banda, como Jorge Benegas, quien compartió su propiedad en el rubro con el comisario Luis Quevertoque, teóricamente encargado de combatir el narcotráfico cuando revistaba en la División Judiciales de la policía rosarina. También implicaron una inversión redituable: Masterchef, uno de los caballos de Rosa Capuano, «tiene muchas carreras ganadas en el hipódromo de San Isidro», puntualizó Marsili.

«El caso de la caballeriza tuvo varias características particulares -dice Marsili a La Política Online-. La principal fue que implicaba una inversión de dinero y un gasto corriente muy elevado sin correlato con los ingresos lícitos de ninguno de los miembros de la organización (de Alvarado). Por otro lado es un sector de la economía que no está controlado por el Estado, o donde los controles son laxos, lo que facilita esas operaciones. Solo se exige libreta sanitaria, como si se tratara de mascotas».

Marsili define a ese sector de la economía como «una especie de offshore» del crimen. «Al detectar una organización delictiva tratamos de determinar el origen del dinero ilícito y al mismo tiempo dónde se lo invierte -explica-. El hecho de tener gastos por encima de la generación de recursos es un elemento de juicio para sospechar sobre la existencia de una actividad criminal. En el caso de los caballos de carrera (Alvarado y Capuano) se valieron de un sector de la economía mucho menos regulado que el de las propiedades inmuebles, por ejemplo».

 

Lorena Verdún, la mujer del «Pájaro» Cantero.

A diferencia de otras rosarinas vinculadas con redes delictivas, Lorena Verdún no rehúye la exposición pública. La esposa de Claudio «Pájaro» Cantero, el líder de Los Monos asesinado en mayo de 2013, es un personaje mediático que se caracteriza por responder agresivamente ante las acusaciones que recibe una banda que lleva casi tres décadas en actividad en Rosario.

Según Verdún, Los Monos serían un chivo expiatorio y las víctimas de una persecución de policías y políticos corruptos. Fue su línea de defensa en el mes de enero, cuando la imputaron por la tenencia de arma de guerra: los fiscales, dijo, «se la agarran» con ella y «siempre son los Cantero».

«Esto no va a quedar así», le advirtió Verdún al fiscal Edery en la audiencia de imputación. La amenaza le costó el traslado a la cárcel de Ezeiza -donde continúa detenida- y la Justicia Federal revocó la libertad que había recibido en una causa por la que fue condenada en octubre de 2019 a cinco años de prisión por venta de drogas.

El arma que tenía en su casa era una pistola Taurus con la numeración limada y apta para el uso. Verdún alegó que era de su ex esposo, el «Pájaro» Cantero, y la guardaba como recuerdo. «Estamos haciendo pericias para determinar si fue utilizada en algún hecho», dice el fiscal Edery.

 Verdún también apareció mencionada en la investigación sobre las actividades del falso abogado Marcelo D’Alessio que llevó adelante el juez federal de Dolores Alejo Ramos Padilla. En enero de 2017 ambos conferenciaron en Rosario sobre un presunto convenio: la ex mujer del «Pájaro» se ofreció como informante sobre la situación patrimonial de jueces y policías rosarinos a cambio de una intervención que favoreciera la situación judicial de los líderes de Los Monos. D’Alessio buscaba aparentemente datos para una campaña sucia contra el gobierno provincial del Frente Progresista y Verdún puso en la mesa el nombre del empresario narco Luis Paz, por entonces enemigo número uno de Los Monos.

Las intervenciones públicas de Verdún se caracterizan por la violencia: increpó al juez Edgardo Fertitta y lo responsabilizó de la muerte de su hija de 16 años, ocurrida en un accidente de tránsito cuando iba a visitar a «Guille» Cantero; impidió a los gritos la presentación en Rosario del libro Los Monos, de Hernán Lascano y Germán de los Santos, y les dijo a los autores: «ustedes investigaron a mi familia, yo ahora voy a investigar las de ustedes»; insultó a testigos en el transcurso del juicio contra la banda y, a principios de mayo, mencionó a varios periodistas en una carta redactada en la cárcel y publicada en Facebook en la que afirmó: «Los medios son la parte fundamental para fogonear todo lo que está pasando. Algunos medios de prensa son los culpables de tantas muertes, de tanta corrupción. Informan con cizaña, maldad y mientras tanto las cárceles se llenan de perejiles».

 

 Claudio «Pájaro» Cantero y su madre Patricia Celestina Contreras

Patricia Celestina Contreras, ex esposa de Ariel «el Viejo» Cantero, cultiva en cambio el bajo perfil. La única declaración pública que se le conoce es una frase fileteada en la puerta de su casa del barrio Las Flores: «Fácil hablar de mí, pero difícil ser como yo», dice la mujer en cuyo hogar se crio la plana mayor de Los Monos, integrada por Claudio y Ariel «Guille» Cantero, y Ramón Machuca, alias «Monchi Cantero».

La ex mujer del «Viejo» Cantero acaba de sumar a su historial una imputación por intimidación pública. La justicia de Rosario la acusa de pagar a los tiratiros todavía no identificados que entre el 9 y el 14 de noviembre de 2021 balearon dos escuelas y dos estaciones de servicio a los fines de crear conmoción, un estado que en la ciudad se vive con frecuencia.

Contreras cumple una condena por narcotráfico y lavado de dinero en su casa. La causa federal llamada Los Patrones estableció que Celestina, Vanesa Barrios y Jesica Lloan estaban a cargo de operaciones de venta de drogas según las órdenes que recibían de «Guille» Cantero y de Jorge Chamorro desde la cárcel provincial de Piñero.

Las balaceras como método extorsivo llevan en Rosario el sello de Los Monos. Fue el recurso con que se introdujeron en el mercado de las drogas ilegales, a mediados de los años 90, y actualmente está generalizado por parte de distintas bandas para el cobro de «protección» a comerciantes y de usurpación de viviendas. Los tiroteos contra las escuelas y las estaciones de servicio en los que se involucra a Contreras no fueron seguidos por las exigencias de pago que son de rigor y solo en un caso los agresores dejaron un cartel: «O se comunican con la mafia o siguen las balaceras».

El mensaje resultó clave para la interpretación judicial. «Quisieron hacer una demostración de poder ante la sociedad, por eso la imputación por intimidación pública», plantea el fiscal Edery. El ataque habría respondido al intento de negociar mejores condiciones para «Guille» Cantero en la cárcel federal de Marcos Paz, interrumpidos después de su ultimo exabrupto en público: «Trabajo de contratar sicarios para tirarles a los jueces», dicho al enfrentar al Tribunal que lo juzgó como instigador de balaceras contra edificios del Poder Judicial y domicilios de jueces.

Verdún fue detenida junto a su hijo, Uriel Luciano Cantero, tercera generación de la familia dedicada a las extorsiones y la venta de drogas. «No tiene negocios ilícitos en común con Celestina Contreras -explica un investigador judicial a LPO-. Hay muchas ramas de los Monos que eventualmente se asocian para fines en común, como defenderse de otras bandas. Pero los negocios de cada una van por separado».

La actividad delictiva de la banda se diversifica. «Hay ramas de los Monos que venden drogas, otras cobran para permitir la venta de drogas en determinadas zonas y otras extorsionan a comerciantes como negocio paralelo», agrega el investigador. El vínculo con el narcomenudeo continúa sin embargo como el sostén del circuito: «venden o bien cobran para que otros vendan».

El encarcelamiento de los jefes de bandas, la necesidad de testaferros para lavar el dinero negro y el deterioro económico que convierte al narcomenudeo en una opción de supervivencia se combinan en la participación de mujeres en las redes delictivas. Si en la Década Infame había solo una, en la actualidad del crimen rosarino florecen mil flores de la mafia.

Publicación periodística sobre Ágata Galiffi, quien fue apodada «La Flor de la Maffia» en los años 30 del siglo pasado en Rosario, «La Chicago Argentina»

Fuente: LPO

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