21 noviembre, 2024 23:18
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La triste paradoja Argentina: los ricos más ricos, los pobres más pobres

El PIB mejoró un 5,2% en 2022 y el país genera empleo. Sin embargo, cada vez más ciudadanos no se pueden alimentar correctamente ni tener una vivienda digna debido sobre todo a una inflación desbocada.

Federico Rivas Molina
El 30 de marzo, un bebé de tres meses murió frente a las rejas de la Casa Rosada, en la mismísima Plaza de Mayo de Buenos Aires. Vivía en la calle con sus padres. La madre contó que se despertó de madrugada para darle de mamar y simplemente la encontró muerta. “Cuando la fui a tocar, ya no tenía pulso”, dijo. Los policías que custodian la sede del Gobierno argentino llamaron a los servicios de urgencia, que constataron que ya no había nada que hacer. La niña murió de pobreza el mismo día en que la oficina oficial de estadísticas, el Indec, informaba que el 39,2% de quienes viven en Argentina ganan menos de lo necesario para alimentarse correctamente o pagar una vivienda digna. El índice crece hasta el 50% entre aquellos que tienen menos de 14 años.

La pobreza es un mal que ha crecido como la hiedra en una sociedad que supo ser de las más prósperas de América Latina.

La debacle empezó en los años ochenta, gobiernos militares mediante: la pobreza alcanzó el 47% tras la hiperinflación de 1989, se disparó al 57,7% con la crisis del corralito de 2002 y tras una recuperación volvió a subir en 2020 con la pandemia, hasta el 42,9%. Luego bajó levemente, para volver a remontar la cuesta en el segundo semestre de 2022. En este nuevo ciclo de subida se sumaron un millón de nuevos pobres entre junio y diciembre pasados. Sin embargo, hay una gran diferencia con respecto a los picos anteriores de pobreza. El PIB de Argentina creció 10% en 2021 y 5,2% en 2022. Toda esta bonanza estadística estuvo acompañada por una caída de 0,7 puntos del desempleo. Si nos atenemos a los números, en Argentina solo está sin trabajo el 6,6% de la población. ¿Por qué entonces hay más pobres? El problema está en la inflación y en el deterioro persistente del mercado de trabajo.

El IPC subió en 2022 un 94%, con la consiguiente depreciación del peso frente al dólar. En enero de 2022, eran necesarios 179 pesos para comprar una divisa en el mercado informal. 16 meses después son necesarios 460 pesos, tras tocar el martes un récord de 495 pesos. Esta semana fue especialmente dura. El peso sufrió una dura embestida del mercado y perdió 11% de su valor en solo 48 horas. Pese a los esfuerzos del Gobierno del peronista Alberto Fernández por controlar la inflación, en marzo trepó un 7,7%, hasta el 104,3% interanual, el dato más alto desde 1991. Como la inflación crece más rápido que los salarios cada mes cae en la pobreza una clase media baja que ya no puede sostenerse en su sitio de la pirámide. La canasta básica, que incluye alimentos y necesidades no alimentarias esenciales, subió desde junio pasado siete puntos más que los salarios.

Infierno inflacionista

Es tan veloz la carrera ascendente del IPC que, por primera vez en la historia en Argentina, el Indec considera pobres a personas que tienen un trabajo en blanco. Claro que hay quienes la pasan peor. La subida de los precios golpea con especial virulencia a los trabajadores informales, que no tienen sindicatos que peleen en su nombre ni derecho, por ejemplo, a un crédito. Sus ingresos pierden poder de compra día a día, mientras no encuentran clientes entre esas familias que ya no pintan su piso o arreglan su coche porque apenas llegan a fin de mes. Los argentinos viven entre la incertidumbre del día a día y el temor a una hiperinflación como la de 1989, que obligó al presidente Raúl Alfonsín a adelantar la entrega del poder al peronista Carlos Menem. Los comercios no tienen precio y dejan de vender sus productos, se suspenden planes de inversión y las familias aprietan el presupuesto como pueden. El bebé que murió hace un mes frente a la Casa Rosada es solo el síntoma de una enfermedad que carcome a Argentina.

 

Fuente: El País

Federico Rivas Molina es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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