Combatientes de la Unidad Odin de Ucrania, formada por ucranianos y voluntarios extranjeros, entre ellos británicos y estadounidenses, durante una operación realizada en marzo en Irpín. Credit…Daniel Berehulak para The New York Times.
Por Thomas Gibbons-Neff, Valerie Hopkins y Jane Arraf
Cuatro meses después de que Rusia invadiera Ucrania, los veteranos de combate extranjeros que respondieron al llamado de lucha del presidente ucraniano están lidiando con la dura realidad de una guerra que no se parece a nada que hayan visto antes.
Esa realidad, afirman los combatientes voluntarios, ha ahuyentado a algunos de los cientos de hombres que llegaron a Ucrania al principio del conflicto para ayudar a combatir en la que muchos consideraban una guerra justa y profundamente desigual. De los que quedan, algunos ahora trabajan directamente para las fuerzas militares ucranianas, que los han utilizado de forma silenciosa y efectiva para llenar los vacíos en las capacidades de primera línea, incluida una grave demanda de médicos.

Algunos aspirantes a combatientes todavía deambulan por el país, y sus objetivos varían desde construir una legión de seguidores en línea, experimentar por primera vez la batalla o, en algunos casos, encontrar a otras personas que defiendan ideales de extrema derecha, según compañeros combatientes. Sin embargo, los soldados extranjeros más profesionales se han ganado cada vez más el respeto de sus camaradas ucranianos, así como de los líderes del país.
Oleksiy Arestovych, asesor del presidente ucraniano Volodímir Zelenski, aplaudió en especial a quienes combatieron recientemente en una de las batallas más duras de la guerra, en Severodonetsk, y afirmó que su “motivación, profesionalismo y preparación para la guerra urbana” jugaron un papel importante en haber mantenido a raya a las tropas rusas durante tanto tiempo.
Al menos siete civiles habían muerto allí en las últimas 24 horas el 7 de julio, entre ellos una joven de 17 años encontrada bajo los escombros, dijeron las autoridades locales mientras advertían de una inminente ofensiva rusa.
En la ciudad de Kramatorsk, un cohete que, según las autoridades ucranianas, fue disparado por las fuerzas rusas, mató a un hombre que estaba sentado en un banco en el patio de un complejo de apartamentos e hirió a otras seis personas, según las autoridades y los testigos. Los residentes habían estado cocinando y comiendo en el patio desde el comienzo de la guerra, dijo una antigua residente, Anastasia, de 25 años, que estaba de visita cuando cayó el cohete.
“Estaba aquí, fuera”, dijo. “No tenía ninguna posibilidad”.
La cifra de muertos extranjeros palidece en comparación con las pérdidas sufridas por los ucranianos, pero los riesgos a los que se enfrentan los combatientes del exterior se han reforzado en las últimas semanas. El 9 de junio, Rusia condenó a muerte a tres extranjeros capturados, y han surgido informes de al menos cuatro muertes de estadounidenses en el campo de batalla. En el caso más reciente, el Departamento de Estado de Estados Unidos confirmó el 22 de junio que Stephen Zabielski, de 52 años, veterano del Ejército, murió en mayo tras pisar una mina terrestre.

En cuestión de días, los voluntarios comenzaron a llegar a Polonia y a dirigirse a su frontera con Ucrania. Al cabo de unas semanas, la ciudad de Leópolis, en el oeste de Ucrania, a 90 minutos de la frontera, estaba repleta de estadounidenses y otros extranjeros que llegaban en tren y autobús buscando encontrar un camino hacia el frente de batalla.
“Fue un intento de conseguir algo de apoyo para una causa que a finales de febrero no parecía tan prometedora”, dijo Kacper Rekawek, miembro del Centro de Investigación sobre el Extremismo de la Universidad de Oslo, sobre la llamada de socorro de Zelensky. “Salió del círculo presidencial, y no creo que todos los elementos de la burocracia —militares, civiles, etc.— recibieran inmediatamente el memorándum”.

El presidente Joe Biden ha disuadido a los estadounidenses de ir a Ucrania. Hace poco, reiteró ese punto cuando dos veteranos estadounidenses desaparecieron y se informó que estaban bajo custodia rusa.
El más conocido de los grupos combatientes extranjeros es la Legión Internacional de Defensa Territorial de Ucrania, creada por el gobierno ucraniano en consonancia con el llamado de Zelenski.

Un video publicado recientemente en redes sociales mostraba a los combatientes de la legión durante un intenso combate urbano. El video, que fue editado y, según se informó, fue filmado en Severodonetsk, muestra a un grupo de soldados, claramente bien entrenados y equipados, moviéndose a través de edificios bombardeados y disparando contra las tropas rusas. El metraje al estilo Hollywood fue un claro indicador de algunas de las habilidades de la legión y de quienes conformaban sus unidades: combatientes profesionales experimentados que ahora están directamente involucrados en algunas de las batallas más feroces de la guerra.
Gran parte de los esfuerzos mediáticos cuidadosamente gestionados por la Legión Internacional ha buscado incrementar el apoyo público extranjero al esfuerzo bélico de Ucrania y argumentar que Ucrania necesita armas más avanzadas.
Magrou afirmó que, tras una tasa de aceptación inicial más amplia, la legión acepta actualmente solo a aquellos que tienen experiencia en combate, hayan aprobado controles psicológicos y de antecedentes penales, y no expresen puntos de vista extremistas.

“Los grupos de voluntarios pueden ser desde 15 tipos con tres rifles” hasta las formaciones más grandes y organizadas, dijo Magrou, un abogado corporativo franco-noruego que estaba viviendo y trabajando en Ucrania cuando Rusia invadió el país en febrero.
Incluso la Legión puede haber tenido problemas. Una fotografía en su página de Facebook de los miembros caídos retrataba a una baja francesa, Wilfried Blériot, que llevaba un parche de la “División Misántropa”, un grupo de extrema derecha con opiniones supremacistas blancas. En otra fotografía, publicada en Telegram por la División Misántropa, lleva una de sus camisetas.

Las razones por las que los combatientes deciden arriesgar sus vidas por un país que no es el suyo varían mucho.
Brian, el veterano estadounidense que combatió en Afganistán, dijo que vino porque años atrás había capacitado a ucranianos para tratar de contener a las fuerzas separatistas respaldadas por Rusia, y muchos de los amigos ucranianos que hizo habían muerto en esas batallas. Brian, hijo de un infante de la Marina, afirmó que iba a quedarse —a pesar de que su esposa se había enterado de que estaba embarazada— porque se había dado cuenta de que aún no estaba listo para salir de las fuerzas militares y además siente que está marcando una diferencia en una batalla desigual.
En lugar del combate activo que muchos aspirantes a reclutas imaginaban, la unidad de Brian —liderada por un comandante de pelotón danés, la cual trabaja con las fuerzas de operaciones especiales de Ucrania— se ha centrado en tareas mundanas pero vitales. Entre ellas se incluye ayudar a las fuerzas ucranianas a deslastrarse de algunas de las doctrinas estilo soviético que les impiden compartir información entre unidades y empoderar a líderes de menor rango.

Para algunos otros estadounidenses y británicos que cargan con el peso de guerras impopulares en Irak y Afganistán, e incluso para algunos que no combatieron, el llamado a las armas para lo que consideran una causa bien definida resultó irresistible.
Robinson terminó capacitando a las fuerzas de defensa ucranianas en todo el país, incluidas las cercanas a los frentes de guerra en el este, la zona de algunas de las batallas más intensas de este conflicto. Allí, las fuerzas ucranianas enfrentan ataques de artillería casi constantes.
“A menos que hayas combatido en la Segunda Guerra Mundial, ¿Cuándo has experimentado esto?”, preguntó.

Valerie Hopkins es corresponsal internacional y cubre la guerra en Ucrania, así como Rusia y los países de la antigua Unión Soviética. @VALERIEinNYT
Jane Arraf es la jefa de la corresponsalía del Times en Bagdad. Ha cubierto los sucesos definitorios de la historia de Irak a lo largo de tres décadas, así como muchos eventos de importancia que jamás llegaron a los libros de historia. @janearraf
Fuente: The New York Times