El nivel educativo alcanzado por el mayor porcentaje de la población de 25 a 64 años de edad es el secundario completo, pero un 33% no lo termina. Uno de cada 10 jóvenes de 19 a 25 años logra graduarse en Argentina en niveles universitarios o terciarios, pero 3 de 10 quedan en el camino.
Los contundentes datos, que muestran lo que podría estar sucediendo en el sistema educativo, surgen del informe titulado “Educación y trabajo: expectativa y realidad de jóvenes en Argentina”, elaborado por Flavia Ferrari Inchauspe y Eugenia Orlicki.
«Entre los jóvenes de 19 a 25 años, solo 4 de cada 10 cursan el nivel universitario o terciario. Hay brechas de expectativas, pero sobre todo de oportunidades, según el nivel socioeconómico”, destacan en esta línea las autoras del informe.
En esa línea, el Observatorio de Argentinos por la Educación le preguntó a chicos del último año de secundaria si pensaban seguir estudiando, tras cumplir con el ciclo escolar obligatorio.
El 85% contesto que sí y aseguró tener aspiraciones académicas para la formación superior, pero en la práctica ni la mitad lo pudo hacer, lo cual disparó un gran interrogante para los especialistas en educación de Argentina: ¿por qué los chicos no concretan sus aspiraciones educativas?
La conclusión que extrajeron sobre las diferencias de expectativas tienen que ver con los ingresos socioeconómicos.
División socioeconómica
El corte es claro: los estudiantes agrupados en contextos socioeconómicos más bajos presentan menos expectativas de seguir estudiando, con un 72%, frente al 95% de los estratos más económicamente favorecidos.
“El 42% de los chicos más ricos tienen empleos de calidad, mientras que la cifra desciende al 2% entre los más pobres”, compara el reporte.
Sólo 4 de cada 10 jóvenes continúa estudiando y, en una proporción similar, hay un 38% de ellos que trabaja.
En los últimos años, la mayor parte de los nuevos empleos pide a trabajadores y trabajadoras estudios secundarios y terciarios, lo cual explica, en parte, la diferencia en las tasas de empleo observadas según el nivel educativo.
El efecto de una situación socioeconómica adversa es la necesidad de satisfacer lo básico. «Pensar en una carrera universitaria, cuando hay que llevar el pan a la mesa, es casi imposible», justifica el reporte.
El coordinador de Investigación de Argentinos por la Educación, Martín Nistal, remarcó que las desigualdades las marca el contexto socioeconómico, que choca con las expectativas de los jóvenes.
Para poner foco en el tema, sostuvo: «se podría decir, que las trayectorias educativas de los chicos suelen estar muy marcadas por la cuna y de donde vienen».
Según el experto, parte de los resultados del informe se explican, no por la apatía juvenil por la educación superior, sino por las «barreras de calidad educativa».
Debajo del promedio de la OCDE
En Argentina, 1 de cada 4 personas (24%) logró completar estudios terciarios o universitarios. Ese porcentaje ubica al país muy por debajo del promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), pero por encima de varios países de Latinoamérica.
Si se compara la población que alcanzó el nivel terciario (ciclo corto, universitario, maestría y doctorado) con la del resto de los países, la Argentina ocupa el puesto 36° entre los 44 países incluidos en el listado, que es encabezado por Canadá, con el 61 por ciento. Mientras tanto, en el otro extremo se encuentra Indonesia, con el 13 por ciento.
El nivel educativo alcanzado por el mayor porcentaje de la población de 25 a 64 años de edad es el secundario completo, con el 42%.
Si se agrupa a la población que no logró terminar la educación obligatoria, las cifras alcanzan al 33 por ciento. En ese apartado, el país ocupa el lugar 32 del ranking
El dato se desprende del nuevo informe del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA) de la Universidad de Belgrano, en base a las cifras publicadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) de 2021.
La información pone de manifiesto que lograr un mayor nivel educativo mejora las probabilidades de acceder a un empleo y ayuda a que las y los jóvenes no queden en la situación de “Ni-Ni”.
En esa línea, los programas académicos de alto nivel contemplan exigencias difíciles de congeniar para estudiantes que, además de estudiar, deben cumplir con horarios de trabajo.
La brecha existe y es indiscutible. Lo que importa debatir es cómo achicarla. Para el ex ministro de Educación de Buenos Aires, Mario Oporto, el sistema educativo debería garantizar “dispositivos y organizaciones institucionales que contemplen a quienes trabajan, mientras cursan el nivel medio y superior”.
Así, consideró también que, para ampliar oportunidades, es necesario profundizar el desarrollo de “una formación profesional de alta calidad possecundaria, como alternativa a la educación universitaria o terciaria no universitaria.
Por su parte la UBA lanzó este año carreras cortas para acortar distancias. La duración es de 3 años.
Capacitar en oficios tiene, asimismo, la particularidad de ser mucho más cortos que la mayoría de las carreras universitarias.
El director ejecutivo de la Fundación UOCRA, Gustavo Gándara, asegura que existe entre los jóvenes una » alta valoración de los cursos de Formación Profesional. Esto se debe en gran parte a que el enfoque en oficios sectoriales (instalaciones eléctricas, albañilería, soldadura) generan posibilidades de mejora en su inserción laboral, ya que brindan herramientas de conexión con el mundo de trabajo que muchas veces no encuentran en los estudios tradicionales”.
Fuente: Observatorio de Argentinos por la Educación – ADN – NA