Por: Juan Carlos Fola
Casa Cuba, en sus dos versiones, ofrece sin dudas lo que los vecinos de Belgrano siguen disfrutando gracias a que tres audaces emprendedores decidieron apostar a la continuidad luego del cierre del lugar donde trabajaban. Uno, el restó, se ubica en la calle Sucre donde antes funcionara MAAT; la parrilla al lado de la casa de pastas Ieri, que aún atiende al lado. Esta vez fuimos a esta última y les contamos por qué nos dejó muy buenas sensaciones.
Casa Cuba es la parrilla que llena un vacío en el centro del barrio de Belgrano. Funciona en un local angosto y largo, que culmina con un patio techado y calefaccionado. Hay una barra sobre el sector derecho, y otro salón en la planta alta, con amplio ventanal hacia la calle Cuba.
No se trata de un lugar pretencioso ni falta que le hace. Pero lo cierto es que reúnen algunas condiciones que no siempre solemos encontrar en nuestras numerosas visitas a restaurantes.
Alejada de los lujos y la fatuidad generalizada que hoy abunda en la gastronomía a nivel global y también entre nosotros, impulsado todo esto por las nefastas listas que riegan hasta inundar el ego infinito de restaurateurs y chefs en desmedro del bolsillo de los comensales, Casa Cuba Parrilla es una especie de rara avis para los cánones de la modernidad.
Si vamos de menor a mayor, lo primero que deberíamos decir es que aquí la música de fondo acompaña, pero no molesta ni atenta contra nuestros órganos auditivos. Por otra parte, el local no es bullicioso.
Otra cosa que nos molesta, es la falta de luz. No es éste precisamente un lugar romántico, pero sí ideal para familias, grupos de amigos, etcétera.
Venimos repitiendo hasta el cansancio que no hace falta atenuar la luminosidad como ocurre tan a menudo, cuando nos obligan a comer casi a ciegas en aras de una mal entendida intimidad.
De tal forma que en este lugar, podés escuchar lo que te dicen y lograr que los demás te escuchen, además de poder ver lo que estás comiendo. Así debería ser siempre.
Otro detalle es que te reciben con una copa de espumante o de Campari de cortesía, junto a dos empanaditas de carne. Junto a la panera, esto justifica el cobro de servicio de mesa.
El servicio es cordial y atento, pero esto no sería suficiente si las sillas y butacas no fueran cómodas. Es el caso, no como en esos lugares donde te hacen sentir incómodo para que te vayas rápido y le dejes el lugar a otros.
Las bebidas son otro capítulo importante en los restaurantes. Aquí los vinos tienen precios súper acomodados y el agua es Eco de los Andes de botella, no esa insensatez de moda llamada Aqua.
Y, por último, la relación precio calidad resulta óptima. La cocina es de bodegón, con preponderancia de las carnes, aunque no de manera excluyente. Los tamaños son generosos de manera tal que algunos platos pueden pedirse para compartir.
Otra cuestión a favor es que te respetan los puntos pedidos. Nos pasó con la tortilla babé, coronada por una provoleta de poco grosor, que le da otra dimensión al plato. Y también con la ceja de ojo de bife, que llegó bien jugosa. Las papas fritas estaban crocantes y sabrosas.
Tortilla babé con provoleta
El otro principal pedido fueron las ribs de cerdo BBQ, que están acompañada por una guarnición, al igual que todos los cortes de carne vacuna.
Nos contaron que en el corto plazo habrá cambios en la carta, para ampliar la propuesta con otras opciones del estilo del vecino restó de los mismos dueños.
Por el momento, hay entradas como las provoletas (clásica o de la casa con tomates confitados y jamón crudo), burrata mediterránea; buñuelos de espinaca; mozzarella a la milanesa, además de chorizo, morcilla y mollejas.
De la parrilla a las brasas, se puede pedir también bife de chorizo; lomo; ojo de bife y asado banderita (7 costillas equivalentes a 500 gramos). Y entre los platos de cocina, hay salmón grillado con vegetales; brótola a la meuniere o a la crema de puerros; bucatini de pollo, y solomillo de cerdo a la mostaza.
Los postres son los típicos en este tipo de restaurantes: flan casero mixto; volcán de chocolate; semifreddo de almendras; postre vigilante sutilmente emplatado; rumble de pera y manzana, y cheesecake.
En síntesis, Casa Cuba Parrilla se caracteriza por su cocina honesta, generosa y de carácter porteño. Alrededor de ello, el conjunto funciona según los cánones clásicos que a nosotros nos gustan. Sobriedad, sobre todo, nada de excentricidades y respeto por el comensal. Y te cobran por lo que la propuesta vale y no por lo se creen valer los que padecen de listitis.