Por Christopher Flavelle – Photografía y Video por Bryan Tarnowski
Flavelle reporteó esta historia desde Utah, para ver cómo el cambio climático está alterando el Gran Lago Salado, y desde California, para ver lo que podría ocurrir si el lago se seca.
Como el cambio climático sigue provocando una sequía sin precedentes, no hay soluciones fáciles. Para salvar el Gran Lago Salado habría que dejar que el deshielo de las montañas fluyera hacia el lago, lo que significaría menos agua para los residentes y los agricultores. Eso pondría en peligro el vertiginoso crecimiento demográfico de la región y la agricultura de alto valor, algo a lo que los dirigentes estatales parecen reacios.
El dilema de Utah plantea una pregunta central a medida que el país se calienta: ¿Qué tan rápido están dispuestos los estadounidenses a adaptarse a los efectos del cambio climático, incluso cuando esos efectos se vuelven urgentes, obvios y potencialmente catastróficos?

Vista desde un satélite del Gran Lago Salado captada en septiembre de 1987.Credit EROS Center, USGS

El Gran Lago Salado en mayo de 2021 Credit EROS Center, USGS
Un oasis moderno y amenazado
Digamos que te subiste a un automóvil en la orilla del Pacífico y comenzaste a conducir hacia el este, trazando una línea a través del centro de Estados Unidos. Después de cruzar las montañas Klamath y Cascade en el norte de California, verdes y exuberantes, llegarías al desierto de la Gran Cuenca de Nevada y el oeste de Utah. En una de las partes más secas del país, el paisaje es de un marrón muy pálido, casi gris.
Los habitantes de Utah llaman a esa metrópolis el Wasatch Front, por la cordillera Wasatch, de más de 3600 metros de altura, que se encuentra sobre ella. Se extiende aproximadamente desde Provo, en el sur, hasta Brigham City, en el norte, con Salt Lake City en el centro, y es una de las zonas urbanas de más rápido crecimiento en Estados Unidos: alberga a 2,5 millones de personas, atraídas por la belleza natural y el costo de vida relativamente modesto.
Esta megaciudad es posible gracias a un pequeño milagro hidrológico. La nieve que cae en las montañas al este de Salt Lake City alimenta tres ríos —el Jordan, el Weber y el Bear— que proporcionan agua a las ciudades y pueblos del Wasatch Front, así como a las tierras de cultivo cercanas, antes de desembocar en el Gran Lago Salado.
Hasta hace poco, ese sistema hidrológico contaba con un equilibrio delicado. En verano, la evaporación hacía descender el lago casi 60 centímetros; en primavera, tras derretirse el manto de nieve, los ríos lo rellenaban.


El reseco sistema de canales del río Bear, que riega las tierras de cultivo
desviando el agua que de otro modo llegaría al Gran Lago Salado.
Y un lago que disminuye significa menos nieve. Cuando las tormentas pasan por encima del Gran Lago Salado, absorben parte de su humedad, que luego cae como nieve en las montañas. Un lago en vías de desaparición pone en peligro ese patrón.
“Si no hay agua, no hay industria, ni agricultura, ni hay vida tampoco”, dijo Gillies.
‘Al borde del precipicio’
El verano pasado, el nivel de agua del Gran Lago Salado alcanzó el punto más bajo que se haya registrado en su historia, y es probable que siga descendiendo este año. La superficie del lago, que cubría unos 8547 kilómetros cuadrados a finales de la década de 1980, se ha reducido desde entonces a menos de 2590, según el Servicio Geológico de Estados Unidos.
El contenido de sal en la parte del lago más cercana a Salt Lake City solía fluctuar entre el nueve y el 12 por ciento, según Bonnie Baxter, profesora de Biología del Westminster College. Sin embargo, a medida que el agua del lago ha descendido, su contenido de sal ha aumentado. Si alcanza el 17 por ciento —algo que, según Baxter, ocurrirá este verano—, las algas del agua tendrán problemas para sobrevivir, lo cual amenaza a las artemias que las consumen.
Aunque el ecosistema aún no ha colapsado, Baxter dice que “estamos al borde del precipicio. Es aterrador”.

Kevin Perry, profesor de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Utah,
en la tierra que solía estar sumergida por el Gran Lago Salado.
Fuente: The New York Times