Con más de ciento veinte años, El invernadero principal del Jardín Botánico. El edificio central de hierro y vidrio es una reliquia de la arquitectura francesa, contemporánea de la Torre Eiffel, que aloja especies subtropicales del mundo. El ojo del arte
Por Martín Sassone
El Jardín Botánico es uno de los grandes atractivos de la ciudad de Buenos Aires. Ubicado en el corazón de Palermo, donde la Avenida Santa Fe se funde con Las Heras, y frente al predio del ex zoológico porteño, alberga alrededor de dos mil ejemplares de árboles y plantas de la Argentina y el mundo. Fue inaugurado el 7 de septiembre de 1898 y recién en 1937 fue nombrado oficialmente en honor al arquitecto y paisajista Carlos Thays, su creador. Pero en su interior hay mucho más que especies vegetales. También hay obras de arte y reliquias arquitectónicas que son parte de nuestro patrimonio urbano.
Dispersas en las más de siete hectáreas del predio hay esculturas de reconocidos artistas así como el edificio principal, una antigua casona de estilo inglés, con ladrillos a la vista, que fue proyectada por el ingeniero militar Jordan Wysocki y construida por Pedro Serechetti en 1881. Pero lo que nos ocupa aquí es el invernadero principal de los cinco que están en el predio, una joya art nouveau del siglo XIX, de treinta y cinco metros de largo y ocho de ancho, que es el único abierto al público.
El invernadero fue adquirido en 1897. En su diseño, a cargo del el arquitecto francés Albert Ballú, se destaca una alta cúpula que se eleva en el centro de la edificación que separa dos alas rectangulares. Su estructura vidriada y de hierro permite que los rayos solares atraviesen el vidrio y calienten el interior. De esa manera, la radiación solar queda atrapada en la estructura. Además, no tiene ventanas y eso impide el paso del viento.
Por sus condiciones especiales de temperatura y humedad alberga especies subtropicales del mundo, en especial de la familia de las bromeliaceae, endémicas de América; el grupo de los helechos y algunas especies monocotiledóneas. Años atrás, también cobijaba plantas tropicales con la ayuda de calderas, que ya no se utilizan más.
Los dos grandes hitos del invernadero ocurrieron casi con un siglo de diferencia. Primero, en 1898, fue exhibido y premiado en la Exposición Universal de París, en el mismo año que se inauguró la Torre Eiffel. Luego, en abril de 1996, fue declarado Monumento Histórico Nacional.
En 2014, el invernadero principal se presentaba bastante deteriorado y es por eso que desde el Gobierno porteño resolvieron ponerlo en valor: cambiaron 1.500 vidrios y colocaron una malla antigranizo para protegerlos. Las obras se extendieron al resto del Jardín Botánico con el arreglo de los senderos internos, y la instalación de bancos en todo el entorno del predio.
El esplendor que todavía luce el invernadero -o invernáculo- con sus más de 120 años a cuestas, es una muestra cabal de que la arquitectura francesa de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Difícil de superar estéticamente, un rasgo que también demuestran los cientos de edificios porteños construidos en aquellos años.
Escrito por Martín Sassone