Ojo. En la CPAC, Milei avanzó en un nivel de violencia superior al habitual. Sin embargo, la respuesta generalizada fue el silencio. | AFP
Esta semana se realizó la conferencia de la CPAC, que aglutina a personas que tienen en común la creencia de que el comunismo se apoderó del mundo sin que el mundo liberal y democrático se haya dado cuenta. No importa que en lo económico estén en posiciones tan enfrentadas como el anarcocapitalismo de Milei y el proteccionismo de Trump, Bolsonaro o Meloni. Lo que les da una misión es que se sienten llamados a una gesta “cazazurdos”, compartiendo fuertes creencias místicas, una asertividad a prueba de refutaciones científicas, una similar agresividad discursiva y un rechazo visceral a todo lo que, genéricamente, se llama progresismo.
A tal punto resulta confusa la mezcla político-económica, que CPAC significa Conferencia Política de Acción Conservadora, cuando la estrella de la jornada fue alguien que brega por una revolución mundial cuyo objetivo final es la desaparición total de los Estados.
Lo sorpresivo es que, a un año de asumir, sus discursos ya no causen sorpresa ni indignación.
Ni siquiera frente a esta nueva fase que inaguró, aún más frontal y violenta que la anterior. Quizá producto de dar por cerrado su etapa de debilidad política e inaugurar una nueva etapa de empoderamiento.
Milei, de Lenin a Gramsci
La batalla cultural fue el eje de su discurso. Sus enemigos a vencer volvieron a ser los “zurdos”, esa amplia categoría dentro de la cual para Milei entran hasta los economistas ortodoxos de la Escuela de Chicago y, por supuesto, los herederos de Keynes. Y hasta hace poco, incluía al propio Trump, según denunciaba.
No obstante, Milei reivindicó un pensamiento del líder de la revolución bolchevique: “Como decía Lenin, sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario.” Su revolución empieza por conquistar la hegemonía cultural, como enseñaba Gramsci, otro marxista.
Esa hegemonía, según Milei, hoy está en manos de los malditos comunistas. Lo mismo pensaban los militares de la última dictadura. Sostenían que las organizaciones armadas habían perdido la batalla militar, pero ganado la cultural.
En su exposición, el Presidente señaló que tras la caída del Muro de Berlín el comunismo alcanzó ese triunfo: “Nos retiramos del campo de batalla y ellos avanzaron: se nos metieron en las universidades, se metieron en los medios, se metieron en la cultura. Y, como no tenían rival, ganaron la batalla cultural, básicamente porque nosotros no la dimos.”
Curiosamente, esa derrota que percibe es similar a la que años después de la caída del mismo Muro percibieron los intelectuales socialdemócratas europeos. Pero en sentido exactamente opuesto.
Para esos post marxistas que reivindicaban un capitalismo en el que hubiera tanto mercado como fuera posible y tanto Estado como fuera necesario, el liberalismo extremo se había adueñado del relato de época.
Zygmunt Bauman era uno de esos pensadores: “Parafraseando a Gramsci –sostenía–, podría decirse que la derecha ha ganado la batalla cultural en contra de la izquierda”. A diferencia de Milei, Bauman creía que la “izquierda”, había sido derrotada culturalmente por una sociedad consumista, una meritocracia impiadosa y sistemas de producción que dañaban al planeta.
Hasta ahora, el consenso mundial aceptaba, con variantes, ese diagnóstico sobre qué relato había triunfado tras el fin del comunismo. Sin embargo, a partir de Milei sabemos que, tras la caída del Muro, quien habría ganado sería el comunismo.
Nueva falange
Según explicó en la CPAC, los comunistas no sólo ganaron la batalla cultural, sino que lograron extender al marxismo por el mundo entero. Que es la amenaza contra la que él y el resto de los conferencistas batallan. “Tenemos que ser como una falange de hoplitas (ciudadanos armados de la antigua Grecia), una legión romana”, los inspiró con comparaciones peligrosas viniendo de un jefe de Estado.
Javier Milei se mira al espejo y ve a Francisco Franco Bahamonde, el dictador español
Luego unió a la falange y las legiones romanas con una violenta deriva mística: “Como dicen las Sagradas Escrituras: ‘Ellos nos atacan llenos de insolencia y de impiedad para exterminarnos a nosotros, a nuestras mujeres, a nuestros hijos, y para apoderarse de nuestros despojos… El Cielo los aplastará delante nuestro.’”
Del mismo autor que sospechaba del comunismo de Trump y trataba de “zurdo de mierda” a Rodríguez Larreta, Milei denunció a otros pilares del comunismo mundial, como los expresidentes chilenos Ricardo Lagos y Michelle Bachelet; y al uruguayo Tabaré Vázquez, fallecido hace cuatro años.
Como todos los asistentes aplaudían cada una de sus afirmaciones, es de suponer que también ellos asocian liberalismo clásico con comunismo. Lo mismo supone el festejo de la noción mileista de señalar al Parlamento y a los legisladores como enemigos del pueblo: “Cuantos más votos tiene un proyecto de ley en el Congreso, peor es para la sociedad… escuchar a un político es darles la espalda a los argentinos.”
Por si no quedara claro lo que el Presidente siente por el sistema democrático, a las 23:07 del viernes retuiteó el mensaje de un usuario anónimo de la red que mostraba la imagen de un león fumigando a las ratas dentro del Congreso, con la frase “Es ahora. A fumigar el Congreso”.
En la conferencia, para salvar cualquier duda al respecto entre los presentes, les recordó: “Nosotros somos escépticos del consenso, somos escépticos del diálogo.”
Además, volvió a cuestionar duramente a los medios. Sin la delicadeza de distinguir a los que lo apoyan con mínimas disidencias de los medios verdaderamente críticos con él y su Gobierno.
Eso sí, retomó una obsesión suya que ya es un clásico. Sus ataques al fundador de esta editorial.
Hablando de los periodistas “ensobrados”, apuntó: “Tinturelli les dio… les dio una casi… los condecoró”. Se refería, seguramente, a la reciente entrega de los Premios Perfil en el rubro Libertad de Expresión Nacional. Allí se reconoció a todos los periodistas atacados por el Presidente, como Joaquín Morales Solá, María O’Donnell, Jorge Fernández Díaz, Silvia Mercado, Ernesto Tenembaum, Hugo Alconada Mon, Romina Manguel, Alejandro Alfie, Mónica Gutiérrez, Luciana Geuna y Luis Novaresio.
Silencio. En su discurso, mencionó 12 veces la palabra “batalla”, 11 veces “izquierda” y 4 la palabra “zurdo”; 10 veces mencionó al “Mal” y 7 al “Cielo” y a “Dios”. También exhibió su conocida violencia verbal: hubo 4 “imbéciles”, 3 “ensobrados”, 3 “siniestros”, 3 “culo”, 2 “miserables”, 2 “degenerados”, 2 “estupidez”, 2 “miserabilidad” y 1 “delincuentes”, “libertarados” y “mierda”.
A un año de su gobierno y a tres de ingresar a la política, se podrían seguir naturalizando sus discursos y repetir el exculpatorio latiguillo cada vez más escuchado entre periodistas, empresarios y políticos: “Javier es así”.
En Perfil nos negamos a aceptar mansamente esta nueva normalidad. La historia argentina y mundial nos recuerda lo riesgoso que es naturalizar este tipo de discurso. Las sociedades y elites que lo hicieron, pagaron un precio muy alto por ello.
Por eso nos conmociona tanto la no-conmoción generalizada. El silencio frente a quien se promociona como cazador de “zurdos” y enemigo de los representantes votados democráticamente a los que luego llama a gasear. Un hombre guiado por designios mesiánicos que habla de falanges armadas, se vanagloria de no dialogar e insulta a los que piensan distinto. La reiteración no lo vuelve normal. Sólo lo vuelve redundante en su peligrosidad.
Fuente: Perfil (Gustavo González – Presidente y CEO de Editorial Perfil. En Twitter: @gonzalezenzona)