4 febrero, 2025 02:49
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A 150 años de su nacimiento, Torres García deslumbra con una muestra en el Museo de Bellas Artes

El artista uruguayo, viajero y cosmopolita, produjo una obra increíble y abarcativa desde sus años más tempranos. Dibujos, ilustraciones, grabados, libros caligráficos (encuadernados con sus manos), juguetes, pinturas y teoría, plasmada en textos como Bases de la pintura constructiva, que lo convirtieron en una figura de referencia.

Una imagen de Joaquín Torres García y Manolita, en la muestra del Bellas Artes. (Foto: gentileza del Museo de Bellas Artes de Buenos Aires).
Una imagen de Joaquín Torres García y Manolita, en la muestra del Bellas Artes. (Foto: gentileza del Museo de Bellas Artes de Buenos Aires).

 

De Barcelona a Nueva York, adonde llegó con el proyecto de comercializar sus juguetes de madera, concebidos para estimular el aprendizaje psicomotor de los niños. De esa ciudad estadounidense a París, donde fue rechazado por el Salón de París y pasó a formar parte del Salon des Refusés, el de los rechazados.

Luego, de la capital francesa a Madrid, y en su regreso a Montevideo, donde arranca en 1934 el trabajo en su famoso taller rodeado de sus discípulos. Allí, realizan los siete famosos murales del hospital Sant Bois. Ese registro fílmico forma parte de la muestra. Una de esas obras que adquieren estatus de leyenda por su dramático destino: ante el deterioro del edificio, los murales se plasmaron en telas que luego se quemaron en un incendio en Río de Janeiro.

La curadora, María Cristina Rossi, considera que el de García Torres es “un arte hecho de pura geometría, ritmo y estructura, que incluía el símbolo como síntesis de la idea y la forma”. “Un arte fundado en el estudio de la metafísica indoamericana que proponía recuperar la ritualidad en la que se inscribieron las expresiones estéticas de las culturas arcaicas. Esta condición utópica lo transformó en uno de los pilares del arte moderno latinoamericano”, subraya.

Juguetes. Algunos de los famosos juguetes que construyó Torres García forman parte de la muestra porteña. (Foto: gentileza Museo de Bellas Artes de Buenos Aires).
Juguetes. Algunos de los famosos juguetes que construyó Torres García forman parte de la muestra porteña. (Foto: gentileza Museo de Bellas Artes de Buenos Aires).

 

Esa vida de aventura estuvo atravesada por la búsqueda de un concepto y una estética; por el trabajo lineal y el constructivismo; por el uso moderno de imágenes cotidianas (taza, pez, diario, sol) y por la síntesis del caos urbano en pinturas icónicas que parecen casilleros. Pero también hubo una historia de amor.

La vida de Torres García pegada a la de Manolita Piña Rubíes de Berenguer. Nacida en Barcelona, en una familia de la alta burguesía. Era inquieta, brillante, pianista. Conoce al artista cuando él era profesor de pintura de su hermana, Carolina. Es 1905 y ella se suma a las clases. Cuatro años después se casan y dos años más tarde nace Olimpia, la primera hija de la pareja. La primera de cuatro que fueron naciendo entre Cataluña, Italia y Francia.

Mapa invertido. Torres García reposicionó a la región dando vuelta el mapa en un acto vanguardista que se convirtió en símbolo. (Foto: gentileza Museo de Bellas Artes de Buenos Aires).
Mapa invertido. Torres García reposicionó a la región dando vuelta el mapa en un acto vanguardista que se convirtió en símbolo. (Foto: gentileza Museo de Bellas Artes de Buenos Aires).

 

Si pasan por Montevideo, en los primeros metros de la peatonal Sarandí, adentrándose en la Ciudad Vieja, se encontrarán con el Museo Torres García, que colaboró con la muestra de Bellas Artes. Un bellísimo espacio en el que pueden adquirirse los famosos juguetes concebidos por Manolita después de la muerte de su pareja. Eran un dúo. Ella lo apoyó y acompañó en conferencias y exposiciones. Armó junto a él la Escuela de Arte Constructivista, el famoso taller. Cuando él murió, ella soñó y realizó ese espacio que conservara y difundiera su obra. El Museo Torres García fue inaugurado cuando ella cumplía 106 años. Manolita murió en 1994, a los 111.

A los 102 años, entrevistada por la gran María Esther Gillio para el Semanario Brecha en 1994, en su casa de Punta Gorda, cerca de Carrasco, contó inolvidablemente que había dejado de pintar al conocer a Torres porque le habían dicho que la mujer de un pintor no tenía que hacerlo. “Yo pienso que uno debe dedicarse a la pintura o a otro arte cualquiera si esa es la razón de vivir”, le dijo.

—Y para usted no era. ¿Cuál era para usted la razón de vivir?

Vivir.

Fuente: TN – Museo de Bellas Artes de Buenos Aires

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