21 diciembre, 2024 13:53
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Los viejos son el futuro (por Silvia Hopenhayn)

Jubilado se manifiesta fuera del Congreso. | NA

¿Qué es esto? ¿Cómo puede manifestarse el menosprecio con tal caraduría? ¿O son todos tan caretas que ya no reconocen la cara de la gente? ¿El poder es ciego o cínico, o ambos? ¿Y los modos? La habladuría injuriante, la mofa, la petulancia. La voltereta, labilidad. Gestos de oprobio, de “te cagué”, de ya fuiste. Cuántas veces escucharemos al presidente decir “son una manga de”. ¿Quién coachea este presente tan desagradable, de léxico baleado, empobrecido? ¿Libretistas del maldecir? ¿Cómo se puede hablar así? ¿Acaso quienes fueron elegidos creen que llegan al poder por sí mismos? ¿En qué momento pasan a convertirse en los malhechores de una  pésima película en la que el pueblo suele jugar un papel de actor secundario?

Me cuesta creer cuando veo al Presidente elevar el puño como si lo metiera quien sabe dónde, y decir palabrotas buscando la complicidad de los engreídos. ¿Es la respuesta consecuente y degradada a la jactancia omnipotente de gobiernos precedentes? ¿También es resultado de las malas herencias? A la subida inflacionaria y del índice de pobreza que viene dándose desde hace varios años le corresponde una subida de tono, cada vez mayor, diríase disfraz autoritario, de una impunidad que arrasa con el prójimo.

Es fácil destituir los valores de la democracia cuando se los está minando constantemente.

Por otro lado, la ingenuidad de la bonhomía;  un excandidato haciendo una encuesta en Instagram si acaso el hombre es malo o bueno por naturaleza. ¿Cómo contestar a tan radical división, casi sonsa? Somos buenos pero, somos malos pero. ¿Hobbes, Sartre y su obra El diablo y el buen dios, Freud?

La inteligencia artificial parece crecer en detrimento de la inteligencia emocional.

Hasta las miradas se vuelven esquivas. Los ojos –principales faros del verdadero decir– ya no saben hacia dónde mirar, de tan acostumbrados a buscar la camarita del celular calculando alguna medición… ¿Qué es esto?

¿Cómo mirar a los ojos a los jubilados? ¿Llorando como Cavallo? ¿Con la emoción berreta del causante del mal? Porque así como algunos se lavan las manos, los ojos pueden lagrimear solamente para salir del paso.

La confirmación del veto presidencial a la ley votada por el Congreso significa que las jubilaciones y pensiones no van a recibir ninguno de los beneficios que incorporaban los cambios legislativos.

¿Qué es esto? ¿La vejez al carajo? La libertad no avanza porque desconsidera al futuro, creyéndolo zanahoria de un proceso irreversible… No es tan evidente que los jóvenes sean el futuro. Ni que los que gobiernan sean visionarios. Y menos que las fuerzas del cielo los orienten.

El futuro nos está mirando desde aquellos que en cierto modo lo alcanzaron.

Justamente, los jubilados.

Los jubilados están en el futuro.

Solo la franja etaria de los mayores puede dar cuenta de un recorrido. De hallazgos, frustraciones, de la desilusión, de la llaneza necesaria; la soledad, el amor, las adversidades, el dolor, los aprendizajes, las bondades del mundo, sus penurias.

Empezar a mirar hacia atrás es también haber llegado adelante. Desde la platea de la sociedad, son ellos los que aplauden o abuchean a los actores del presente.

Les corresponde el júbilo, no llegar con lo justo.

Disfrutar del mundo comprendiendo su finitud –y no sobrevivir para llegar al final–.  Pueden empezar a contar de qué se trata vivir, en lugar de tener que lidiar con el descuento de un medicamento que les permita seguir viviendo.

Hay sonrisas invaluables, líneas de las arrugas que evidencian un sinfín de gestos. Renglones de vidas. ¿A dónde van a parar esos relatos? ¿A una ventanilla que se cierra, a un veto indiferente?

Parece que todo proviene de un afán inamovible: cumplir con el objetivo.  Pero el innegociable lema “déficit cero”, ¿no se sostiene en uno peor,  el fin justifica los medios? ¿Y el fin no es el futuro? ¿Y no están allí los jubilados, quienes ya dieron vida, enseñaron y trabajaron para este presente? El lema contradice su propio objetivo. Y así como a los jóvenes que empiezan no hay por qué explotarlos con otro lema manipulador, “que paguen derecho de piso”, a los que llegan a cierta etapa de la vida habría que elevarlos. Les corresponde algún trono. Más verdadero que el usurpado por los poderosos.

Fuente: Perfil

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