Por:Ernesto Garratt / Arte: Rodolfo Jofre
Hace un cuarto de siglo las hermanas Lili y Lana Wachowski jugaron en Matrix con la disparatada posibilidad de que la realidad no sea más que una ilusión. Pero la realidad supera a la ficción. En 2016, un grupo de físicos sostuvo que no se puede descartar que vivamos en una simulación y varios líderes de Silicon Valley, entre ellos Elon Musk, apoyaron esta hipótesis. ¿Quieres la píldora azul o la roja? ¿Quieres seguir dormido o despertar a la verdad? Bienvenidos al desierto de lo real. ¿No querías una vida de película? Al parecer todos la tendríamos, dice en este ensayo el periodista y novelista Ernesto Garratt.
Una de las principales tareas de Keanu Reeves para interpretar a Neo, el héroe y elegido y salvador de Matrix (1999) no fue ni ejercitar duramente ocho horas al día durante cuatro meses, ni practicar artes marciales como campeón de jiu jitsu ni aprender los principios básicos del hackeo computacional antes de que comenzara el siglo XXI –recordemos que su personaje Neo es un hacker.
No. Nada de eso.
Después de una reunión de mesa con las hermanas Lili y Lana Wachowski, las directoras y guionistas de una de las películas clave del siglo XX que está definiendo el siglo XXI, la primera tarea que le pidieron al actor fue leer un ensayo de filosofía. Simulacra & Simulation, del filósofo francés Jean Baudrillard. ¿La razón? En aquellas páginas había conceptos e ideas en la escala social y filosófica que servían de sustento artístico y narrativo para la compleja trama del guion de Matrix: la historia cyberpunk de un Bello Durmiente, Neo, que despierta para darse cuenta que lo que creía era su vida no es más que una ilusión y que estar consciente, despierto y atento significa entender que vive en verdad en una pesadilla constante.
Así lo enseña una secuencia clave de la película de 1999, cuando el mentor y “profeta” Morpheus le demuestra a Neo que los humanos solo somos comida para las máquinas. Se tratan de, tal vez, los mejores cuatro minutos de la película y del cine de ciencia ficción de los últimos 25 años en los que ambos personajes están recortados por un vacío blanco, un espacio sin identidad y por tanto sin geolocación en la realidad. Y sobre esa página en blanco, aparte de ellos, hay una televisión antigua, dos sillones y el nacimiento de una explicación sin igual:
Morpheus dice que no estamos en el año 1999, sino que cerca del año 2199. Que las IA nos ganaron hace mucho. Que los humanos bombardeamos el cielo para que siempre estuviera nublado y así evitar que la energía solar mantuviera vivas a las máquinas. Pero ellas fueron más inteligentes y buscaron un alimento alternativo y a la mano: la humanidad.
–El cuerpo humano genera más bioelectricidad que una batería de 120 voltios y más de 25.000 BTU de calor corporal. Combinado con una forma de fusión, las máquinas habían encontrado toda la energía que necesitarían… –dice la cavernosa voz de Morpheus para explicar que solo somos baterías para las IA mientras se suceden imágenes imborrables de la cultura pop: arácnidos metálicos cosechando guaguas en cápsulas donde son mantenidas durmiendo de por vida. Los humanos al paso de los años crecen y sueñan que pueblan la realidad que conocemos, aunque la verdad es que viven en el sueño eterno de La Matriz para mantener funcionando a las IA.
–La Matrix está en todas partes –dice Morpheus– está a nuestro alrededor. Incluso ahora, en esta misma habitación. Puedes verla cuando miras por la ventana o cuando enciendes la televisión. Puedes sentirla cuando vas a trabajar… cuando vas a la iglesia… cuando pagas tus impuestos. Es el mundo que te han tapado los ojos para cegarte de la verdad.
–¿Qué verdad? –pregunta Neo y Morpheus responde:
–Que eres un esclavo, Neo. Como todos los demás naciste en la esclavitud. En una prisión que no puedes saborear ni ver ni tocar. Una prisión para tu mente.
Esta secuencia se corona con la condena perpetua a la verdad, la triste verdad, gracias a una frase perfecta y con su qué:
–Bienvenido al desierto de lo real –le dice Morpheus a Neo cuando le empieza a abrir los ojos.
Una cita y homenaje a Jean Baudrillard contenida en su ensayo Simulacra & Simulation. Con esa frase, Baudrillard hacía alusión a la ilusión simbólica en la vivimos. “Desierto de lo real”, qué gran frase en todo caso, es una referencia justamente a lo que el filósofo francés establece como la distorsionada relación “mapa-territorio en una sociedad regida por un sobredimensionado orden simbólico”.
“Es peligroso desenmascarar las imágenes, ya que disimulan el hecho de que no hay nada detrás de ellas”, dice en el texto de manera casi profética Baudrillard para focalizarse en un concepto que fue resorte para las Wachowski: la hiperrealidad. Es decir y en palabras prosaicas, vivir felices comiendo perdices en un simulacro de orden simbólico cimentado por los medios de comunicación (súmese internet, claro) y que se desarrolla en cuatro etapas y cuyo último estado estaría compuesto íntegramente por signos que solo referencian a otros signos. Y la referencia a lo real, la realidad, bien gracias, perdida en el cajón del olvido.
Ahora bien. Estamos hablando de una película palomera, hecha por los estudios de Hollywood y pensada para el consumo masivo. Matrix sin duda no es faro de la verdad filosófica ni ontológica ni sociológica. No nos pasemos de listos. Pero Matrix en sí misma, de hecho, es parte del concepto de “hiperrealidad” y con su granito de evasión aporta a la construcción del simulacro simbólico en el que vivimos día a día, hora tras hora, minuto a minuto, estimulados por los medios de comunicación y en los últimos años estimulados además por la dopamínica ración que nos brindan las redes sociales, scrolling tras scrolling mientras tocamos lo único “real”: la pantalla del celular.
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Es norma que los grandes artistas sepan leer el Zeitgeist o espíritu de su época. Lili y Lana Wachowski lo hicieron en su versión pop al jugar en Matrix con la disparatada posibilidad de que la realidad no fuera más que una ilusión.
Pero la realidad está superando a la ficción.
En 2016, un grupo de físicos sostuvo que no se puede descartar que vivamos en una simulación y varios líderes de Silicon Valley, entre ellos Elon Musk, apoyaron esta peregrina hipótesis, según reportó la BBC. Y no, cuando el medio inglés publicó la noticia no era el Día de los Inocentes.
Detengámonos un momento. Pausa. Respiremos. Así es: lo que usted está leyendo ahora no es ciencia ficción. Es ciencia. ¿Es el momento en estamos cruzando la invisible línea entre estar dormidos y estar despiertos? ¿Es el efecto de la píldora azul o la píldora roja?
Concebida a comienzos de los 2000 como una hipótesis arriesgada –según el medio alemán DW– cada vez cobra más simpatizantes en el mundo de la física desde el que filósofo Nick Bostrom, de la Universidad de Oxford, formuló de manera seria la posibilidad de que vivamos dentro de una ilusión. ¿Sus bases? Las ideas de John Archibald Wheeler, quien en 1989 había sugerido que el universo era en sus fundamentos casi puramente “matemático” y que, de alguna manera, nace de la información.
El físico Melvin Vopson, por su parte, se ha preguntado qué deberíamos tener en cuenta para concluir que vivimos en una simulación. Su respuesta es también la información, pero “un montón de bits de información por todas partes y que esos bits representarían el código”.
“Por lo tanto”, escribe Vopson, “detectar estos bits de información demostrará la hipótesis de la simulación”. Y los ojos de los expertos apuntan a los descubrimientos y principios de la física cuántica: un literal Nuevo Mundo Invisible donde, si hacemos el zoom adecuado, podrían verse las costuras de la irrealidad que habitamos.
Algo así como los bits compuestos de “0” y “1” deslizados en columnas verdes sobre un fondo negro, la marca de fábrica de Matrix, y que al final Neo puede vislumbrar completamente cuando es capaz de correr el velo de la realidad y mirar directamente al centro del “código” que levanta la simulación.
La teoría de la simulación en este sentido está logrando tal aceptación que incluso es tema en la TV gringa. De hecho, el astrofísico y divulgador Neil deGrasse Tyson, conductor del programa televisivo “Cosmos: A Spacetime Odissey” (y continuación del clásico televisivo “Cosmos” de Carl Sagan) ha dicho a los cuatro vientos que no descarta que los seres humanos podamos ser parte de una simulación.
Sus palabras, divulgadas en el talk show de James Corden junto a un Aaron Paul escuchando con atención las palabras del científico, son clarificadoras:
“No tengo un argumento para decir que no vivimos en una simulación”, dice en la emisión Neil deGrasse Tyson. Alude a que podemos ser parte del juego de un niño alienígena y que la llamada “teoría de la simulación” es una de las ideas más “vanguardistas y provocadoras” en el ámbito filosófico de la ciencia actual.
“Lo que digo es que el día que sepamos que es cierto, seré el único en la sala que diga: ‘No me sorprende’”.
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Las influencias filosóficas, científicas e incluso literarias de las hermanas Lana y Lilly Wachowski no son un secreto. Como personas de un extenso y muy nerd asidero cultural, no estaban ajenas a los delirantes postulados del escritor estadounidense Philip K. Dick, creador de textos ahora canónicos como “Sueñan los androides con ovejas eléctricas”, convertido en 1982 en la obra maestra del cine Blade Runner.
En una faceta que no es muy conocida, Philip K. Dick no solo sostenía en sus escritos, como “El Hombre del Castillo” y “Ubik”, la permanente idea de la realidad chocando contra la simulación. Su ¿delirio? creció y se expandió fuera de las páginas de sus libros para llegar a afirmar en público, en una convención de ciencia ficción en Metz, Francia, en el año de 1977, que él firmemente creía que vivíamos en un programa de simulación.
“Vivimos en una realidad programada por ordenador, y la única pista que tenemos de ello es cuando se cambia alguna variable y se produce alguna alteración en nuestra realidad”.
Como la alteración de realidad que experimenta Neo en la cinta cuando se le cruza dos veces un gato negro: un glitch o error en la matriz que no es solo un déjà vu. Es una demostración de su simulada existencia.
En YouTube se puede encontrar su ponencia completa en donde lee hoja tras hoja, sin aparente emoción alguna, pasajes como los siguientes y en donde explica cómo su novela “Fluya mis lágrimas, dijo el policía” no es ciencia ficción, sino que el recuerdo de una realidad que vivió:
“El mundo de la novela ‘Fluya mis lágrimas, dijo el policía’ es un mundo alternativo real (o, mejor dicho, una vez real), y lo recuerdo con todo detalle. No sé quién más lo recuerda. Tal vez nadie más lo recuerde. Tal vez todos ustedes siempre estuvieron -siempre han estado- aquí. Pero yo no”, se ve que afirma K. Dick con plena convicción sobre su creencia de un universo simulado y compuesto por realidades alternativas.
Y continúa:
“Novela tras novela, relato tras relato, a lo largo de veinticinco años, escribí repetidamente sobre otro paisaje en particular, uno espantoso. En marzo de 1974 comprendí por qué. Tenía buenas razones para hacerlo. Mis novelas y relatos eran, sin darme cuenta conscientemente, autobiográficos. Fue –este retorno de la memoria– la experiencia más extraordinaria de mi vida”.
Su manera de formular su visión del mundo, como “una simulación programada”, lo lleva a decir en esa ponencia que “si piensas que este mundo es malo, espera a ver cómo son algunos otros”: una superposición de realidades o mundos alternativos que, en el estado epifánico del escritor, él pudo recordar que efectivamente había experimentado y vivido. Y luego convertido en historias.
Suena a locura. Lo sé. Y puede ser una sinrazón. Pero si el arte se anticipa a los espíritus de los tiempos, si la ficción supera a la realidad, al final es solo para darnos cuenta de que la realidad siempre supera a la ficción.
Philip K. Dick, por medio de sus 35 novelas y 6 historias cortas, la mayoría excepcionales y lisérgicas, y en especial por esta visionaria ponencia, nos supo anticipar desde el pulp sci-fi del siglo XX a las inteligencias artificiales del siglo XXI; predijo la vida sintética conviviendo con humanos, profetizó el fascismo desatado del presente y cuestionó los límites de nuestra percepción entre lo humano y artificial; lo divino y terrenal; lo real y lo simulado.
–¿Qué es real? ¿Cómo defines lo real? –dice con tono de profeta Morpheus en Matrix:
–Si estás hablando de lo que puedes sentir, lo que puedes oler, lo que puedes saborear y ver, entonces lo real son simplemente señales eléctricas interpretadas por tu cerebro.
¿No querías una vida de película? Al parecer todos la tendríamos: una vida tan simulada como Matrix. O por lo menos hacia esa dirección parece apuntar la teoría de la simulación y la ciencia, cada vez menos escéptica frente a tales linderos de locura y desapego de la razón.
“Not en Kansas anymore”.